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El 25 de marzo se celebra en varios países del mundo el Día del Niño por Nacer y la Adopción, en muchos de ellos se ha dado por ley reflexionando sobre la vida desde 1993, como es el caso de El Salvador, y a este país se han sumado 10 más y en otros 14 en donde estamos México, Estados Unidos, España, Australia, Austria por mencionar algunos se celebra por iniciativa de la sociedad.

¿Cuál sería el objetivo de esta reflexión? Poner especial atención sobre cuándo inicia la vida humana, el respeto que toda vida merece, la inmensa alegría que resulta de una adopción cuando una vida se ha salvado y una nueva familia se ha formado.

Sabemos que la ciencia ha avanzado enormemente y ha demostrado fehacientemente cuándo inicia la vida; sin embargo, aún al día de hoy escuchamos afirmaciones que ponen en tela de juicio lo que por distintas especialidades como la biología o la embriología han dejado de manifiesto. Sin necesidad de ser médico, genetista, bioeticista o cualesquiera otra ciencia relacionada, los seres humanos contamos con el sentido común que nos permite apreciar solamente con observar la realidad que si una mujer está embarazada, gesta una vida independiente de la suya, pues nadie pregunta qué parte del cuerpo le ha crecido a dicha mujer, sabemos que allí hay un bebé.

Sin embargo, para quienes precisan datos más complejos se tiene lo que la genética ha encontrado y su hallazgo más relevante en el último siglo ha sido el genoma humano. El ser humano –es, del verbo ser-, desde el mismo momento de la fecundación y hasta su muerte; negarle la dignidad de ser tratado como tal por la edad, capacidad o diferenciación de sus células implica dejar de tratar a la humanidad con todo el respeto que se merece.

Sobre el concepto de si se es persona o no, esto debería ser totalmente irrelevante toda vez que de la concepción de un ser humano se sigue que será una persona; pues no se puede decir lo mismo de la concepción de otra especie como sería un perro, gato o caballo, etc. Para la biología es claro que un óvulo y un espermatozoide están vivos como cigotos, pero así solos los gametos sin unirse no son capaces de dar vida en plenitud, dicho de otro modo, cada gameto así en lo individual sólo tiene 23 pares de cromosomas y para ser una nueva vida se requieren 46, es decir ambos gametos que desde el mismo momento de la fusión se inicia la primera célula de un ser totalmente distinto, que nunca ha existido de esta forma, que incluso es diferente en su material genético a sus padres.

Más aún, a partir de este momento el embrión con un mensaje químico estimula el funcionamiento del cuerpo lúteo del ovario para suspender el ciclo menstrual de la madre, como diciendo “estoy aquí”, el minúsculo nuevo ser que ya “reclama su espacio” en su séptimo día ya mide 1.5 mm de largo y está en condiciones de dirigir su destino cual programa inscrito en su genoma o patrimonio genético, presente en la estructura química de su ADN y con las características específicas e individuales para que a partir del mismo momento de la concepción pueda realizar un desarrollo continuo, autónomo, progresivo, coordinado e ininterrumpido hasta la muerte. ¡Que bien que exista un día para el niño por nacer!, porque sus 9 meses de gestación son un milagro de la vida humana.

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