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Hace un par de días celebramos el nacimiento de Jesús, el de Nazaret. Seas creyente o no, el hecho es claro, un bebé vino al mundo hace más de dos mil años a cambiar para siempre la mentalidad colectiva de occidente y con él trajo un mensaje de amor y esperanza. Hoy, que, probablemente, ya se gastó el recalentado, los parientes han retornado o están por retornar a sus lugares de origen, los niños están jugando con sus nuevos juguetes, el WhatsApp ha dejado de sonar tan intensamente y ya miraste más series y películas de lo que tus ojos aguantan en las diversas plataformas, quiero invitarte a pensar en el nacimiento de ese chiquito que nos trastocó la existencia con la suya misma.

Cada uno de nosotros lleva el amor como una búsqueda y cada Nochebuena nos preparamos para estar con las personas que amamos para celebrar ese sentimiento que se traduce en acciones. Por ello, merece el detenimiento y la pena, recordar que cada 25 de diciembre celebramos el nacimiento de un ser que representa el más noble de los ideales; traducirlo y extenderlo a nuestras vidas en objetivos concretos durante todo el año para que no quede en un día aislado del año debe ser nuestro propósito. Cada uno sabe en su interior qué cosas debe cambiar o reafirmar; quizá para algunos sea tener más paciencia en la cola del súper, para otros puede ser perdonar al padre que lo abandonó, e incluso puede ser atender tu salud y alimentación porque lo que necesitas es amarte más a ti mismo; en fin, las acciones de amor son de cuotas infinitas y constantes, no se reducen a un día.

Todos los recordatorios son válidos, incluso puedes dejar tu nacimiento o tu arbolito todo el año para nunca perder de vista que somos seres llamados al amor, que con la llegada de Jesús a este mundo nadie se escapa a la idea de ser mejores cada día. Abusemos de la Navidad y hagamos de nosotros y de nuestro entorno un espacio en el que siempre se pueda encontrar el amor y la fe que tanta falta le hace a este mundo.

PD. Feliz recalentado (si todavía les queda).

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