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En mi terraza hay tres plantas diferentes que tienen una sola flor que abrirá pronto. Lo noté el lunes, en botones apenas visibles que se presentaban al contraste de color como una promesa de florecimiento. La primera es una buganvilia que chueca y por instrucciones del jardinero debió despedirse de algunas ramas que habitaban demasiado cerca del suelo. Ahora tiene ahí, entre lo verde reinante que la rodea, un destello rosa atrevido, demasiado vivo. La segunda, es un conjunto de botones sin forma de botón que reinan en la cima de una extensión de flor de mayo y es precisamente una la que se abre con tonos indescriptibles entre rojo, morado y rosado. La tercera, mi más reciente adquisición, es una flor del desierto que me sonríe con un botón rosado-rojo creciente a la velocidad del Sol.

Intento anticipar el día para la apertura total de la tríada. Si mis cálculos son correctos, y considerando mis conocimientos nulos que se guían más bien de una intuición esperanzada, diría que hoy, sábado, habrán brotado. Lo asumo porque fue el lunes 13 que noté todo y sé que las plantas no trabajan en sábado. Es hoy entonces. Me da la impresión, también, de que surgieron con noticias; unos pulmones recién nacidos que desde ya fueron amados totalmente y una espera hermosa que termina con un reencuentro.

Alfonsina Storni, en su poema “Dos palabras”, toma en sus manos la dirección de una expresión que, si bien se encuentra ausente en el poema, da todas las pistas adecuadas en versos dispuestos de forma certera para que la comprensión y el sentimiento lleguen hasta nosotros.

Alguien le ha dicho dos palabras. Dos palabras que al ser escuchadas proyectan un amor que no había podido ser descrito con exactitud entre todas las historias de todos los amores del mundo. Son especiales porque son suyas, porque llegan a puerto seguro en un alma que las acoge, las guarda, las protege. ¿Habría espera en esto? ¿Sería una espera similar a la de mis flores, con todos los motivos para florecer, y la incertidumbre del momento exacto?

Hay noticias, personas y eventos que se esperan como esas palabras, así, con la vida. Y con el miedo amable de una alegría desbordada. Con lágrimas que amenazan al más fuerte porque no son de aquellas acuosidades saladas que se controlan, ya que no vienen del nudo en la garganta, sino del baile del alma, de la luz interior, de la espera. Habitan, entre otras palabras, en conjuntos de letras como “ya nació”, “nos vemos pronto”.

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