Dos pulmones de arte y cultura
Raúl Gasque: Dos pulmones de arte y cultura
Llevo ya casi tres meses de regresar por una larga temporada en Mérida, Yucatán. Durante estas semanas de transición he confirmado la buena salud de la escena del arte privada e independiente. De estos yo destacaría dos:
El primero es La 68, un centro cultural que lleva trabajando más de diez años y que ha renovado casi absolutamente todo en su sitio interior/exterior. El trabajo de Daniela Camacho y Scott San Roman —los propietarios— es un andamiaje de sueños, poesía, cultura total y también un dispositivo de cambio. Todo se siente al entrar a la antigua casona. Aires benevolentes y transgresores. El recinto está cubierto de bambús que truenan y chocan entre sí para generar una música entrañable que nos lleva al Este de Asia —región donde Scott y Daniela vivieron muchos años—. Una cocina libre de sufrimiento animal. Con delicias hechas a partir de una conciencia vegana acompaña el andar del lugar. Además de un café delicioso y los patios que invitan a leer un buen libro o escribir un buen ensayo. Así, este lugar se abre con una voluntad apolínea. Pero, también, en las noches, en ocasiones especiales y como un susurro, nos invita a conciertos bañados por una luna emeritense. Ahí, se conjugan las constantes apariciones del músico experimental David Puc y otras intervenciones performáticas. Toda persona que entra se siente seducida. En un ambiente bañado de elegancia, sofisticación y parsimonia poética.
Una triple combinación que raramente se da. Es destacable este espacio por muchas cosas como la voluntad de apertura y cultura horizontal de respeto. Ahí, nacen sueños. Casa que me ha hecho testigo del desarrollo de David Puc y de la artista de la ilustración Jimena Duvall. También, destaco la librería Leídos, con una selección curada a conciencia por la poeta Daniela Camacho. Libros que invitan a la estimulación de la imaginación, de la sublimación. De lo posible a lo imposible. Del tacto, de lo que se confirma y gesta a través de una conciencia plena.
A unas cuantas cuadras está El Taller 62, un proyecto liderado por el artista de origen cubano Ernesto García Sánchez, quien ha dispuesto tres ejes. El primero una cafetería, seguido por una galería, donde exhiben artistas invitados, y el tercero un taller, donde desarrolla la obra de su autoría. En esta antigua casa de techos altos existe un ambiente abierto, cosmopolita, dulce, casual y rico en texturas.
Uno al conocer a Ernesto sabe que conoció a un amigo. Persona que mira a los ojos y te hace sentir bienvenido. Los libros que están al acceso al público son joyas de la editorial Assouline y de artistas como Josef Albers. En el interior mayormente uno encuentra personas de todas las nacionalidades que buscan tomarse un café, mirar y vivir arte. Las paredes reciben risotadas incitadas por Moisés —quien dirige la cocina—, así como suspiros que transitan. La galería ofrece tres entradas de luz, que se conjugan con las obras expuestas para trazar una experiencia en verso.
Es así como llego a la conclusión de que estos dos lugares funcionan como pulmón. Pulmón que de forma independiente le da salud, vitalidad y proactividad a una escena cultural. Mucho de lo que he vivido en estos dos lugares han hecho que al día de hoy me encuentre viendo un horizonte prometedor. En donde agentes de cambio culturales están haciendo, construyendo y sanando en una ciudad ávida de expresión y cultura.