El abrazo a lo indecible

Columna de Rosely Quijano: El abrazo a lo indecible

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Cuando un dolor es tan grande que aplasta, derrota y aniquila toda posibilidad de, al menos, sentir consuelo, no puede expresarse ni con palabras, es indecible, aunque el escritor Juan José Millas dice que “la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas”, y es cierto, porque muchos han convertido un dolor inmenso en libros, en poesía, en arte; puedo aventurarme incluso a pensar que son más las obras creadas desde el dolor o la angustia que desde la felicidad.

Entre esa bruma y ese sentimiento de derrota, la desesperanza que se siente a veces, cuando el odio parece controlar hoy el mundo, leer siempre es una forma de evadir y confrontar a la vez. ¿Cómo se narra el dolor?, algo indecible, inenarrable, ¿cómo se describe la desolación o la ausencia?, ¿por qué leer sobre el dolor si nuestra naturaleza es evadirlo?, no tengo la respuesta, pero lo que sí sé por experiencia propia es que tal vez leer sobre el dolor nos permite ser más empáticos y abrazar, de la magnitud que fuere, el propio.

Rosa Montero convirtió el dolor por la muerte de su esposo en el libro “La ridícula idea de no volver a verte”, por ejemplo; y Piedad Bonnett escribió “Lo que no tiene nombre”, sobre el suicidio de su hijo.

Muchos dicen que no hay forma de cómo llamarle a los padres que pierden a un hijo, porque se es huérfano o viudo, pero no hay cómo nombrar a quien se queda sin un hijo; sin embargo, yo creo que en realidad lo que no tiene nombre, lo que es indecible es ese latigazo funesto que como noticia llega y se instala como un huésped en el corazón de una madre, un huésped incómodo que ya nunca va a irse y que no puede simplemente llamarse “dolor” porque es mucho más que eso. Perder a su hijo por una enfermedad mental que lo lleva al suicidio convierte este libro de Bonnett en el diario íntimo de una madre que sólo intenta armar el rompecabezas de lo que fue y pobló la mente de su hijo, pero escribe para cauterizar sus heridas y para tratar de entender “¿de qué tamaño es el dolor del que se despide de sí mismo?”.

El libro es un atisbo de consuelo para ella misma, pero también es una advertencia para no minimizar los padecimientos mentales. Apenas el 10 de octubre fue el Día Mundial de la Salud Mental y realmente sigue sin ser una fecha significativa.

En la radio un experto decía que hay muchos mitos acerca del suicidio, se cree que la mayoría son por depresión y no es así, decía que la gran mayoría son porque previamente tienen una discusión fuerte con su pareja o hijos con sus padres, lo cual genera un sentimiento posiblemente de frustración, algo indecible e indescifrable que cierra todas las puertas y apaga todas las luces.

A muchos padres, familiares o amigos, como a Bonnett, les faltan piezas al rompecabezas que intentan armar después del suicidio de alguien querido; este libro no les dará la respuesta definitiva, pero sí una pieza más para abrazar eso que no pueden nombrar ni pueden decir, ese huésped que seguimos llamando dolor pero es algo más, algo todavía indecible.

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