El lector impenitente

Columna de Rosely Quijano: El lector impenitente

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Muchas veces frente a mi librero me he hecho el cuestionamiento de cuántos libros me faltan por leer, por qué sigo comprando más, si tengo varios pendientes aún, cuál elijo o pongo como prioridad para que esté a la vista y sea el siguiente, pero sobre todo, y lo que más me agobia, qué será de todos esos libros, leídos y no, cuando no esté.

La lectura es un vicio impune, como decía Valery Larbaud, y en su ensayo “El vicio impune o las tribulaciones del lector en el mundo contemporáneo”, el doctor Víctor Barrera Enderle reflexiona acerca de esa aseveración y resulta que Valery no tiene razón, no es tan impune como pensamos, pues “quienes hemos hecho de la lectura una vocación y un trabajo […] hemos pagado el precio por nuestro vicio, a algunos les ha costado amistades y hasta rupturas amorosas; a otros: el paulatino alejamiento del mundo”; ser lectores trae consigo siempre una penitencia que estamos dispuestos a aceptar.

El vicio de la lectura no tiene fin, el mundo editorial es una constelación infinita que crece cada minuto que se imprime un nuevo libro en el mundo. Las redes sociales y sus algoritmos nos bombardean con las “novedades” editoriales o lo que están leyendo los influencers de libros y nos agobian y saturan hasta el punto de, si te dejas atrapar, caer en la imperiosa necesidad de leer más y más rápido, compartirlo, esperar likes y seguir tan rápido como se pueda con el siguiente.

Las redes sociales nos crean una atmósfera donde parece que todos están interesados en la lectura y que debes leer ciertos libros que recomiendan los que tienen más seguidores. Si bien, son una buena forma de interactuar entre lectores, no todo lo que está ahí es cierto ni auténtico.

En “Los demasiados libros” Gabriel Zaid con su brillantez analiza acerca del papel del libro y de los lectores, los que sienten esa ansiedad frente al infinito de lecturas que les falta por hacer cada vez que miran su librero o a la pantalla del celular.

Pero el papel del lector no es ese, es seguir con su vicio impune, sabiendo que no tiene remedio ni fin; es ser un lector impenitente, es decir, el que se obstina en “cometer la falta” (de leer) y no se arrepiente, pero sobre todo, no se avergüenza de lo que lee, o de no leer, o de leer lo que le dé la gana.

El papel del lector no es agobiarse por todos los libros que en su vida no alcanzará a leer, o por la cantidad que ha leído en un año, el mismo Zaid nos lo dice de la mejor manera, pues al fin y al cabo “¿qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si la calle y las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace, físicamente, más reales”, y por lo tanto, más lectores impenitentes.  

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