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Este año pandémico el libro digital ha tenido una presencia preponderante no sólo en su consumo y ventas, sino también en todas las actividades relacionadas con él.

Al inicio de la cuarentena, con las librerías y bibliotecas cerradas por las medidas sanitarias las posibilidades de lectura y préstamo se fueron acortando, razón por la cual las ofertas de descarga de libros gratuitos y la venta en versión digital aumentaron y afloraron las virtudes y desavenencias del libro entre este formato y el físico; cada lector tiene una opinión al respecto, pero estoy casi segura que la gran mayoría ya está habituada a las prácticas de lectura en ambos.

Las ferias del libro, los talleres y cursos y las presentaciones llegaron como una avalancha en el entorno virtual, la cantidad abrumadora de opciones, que en otras circunstancias jamás hubiéramos tenido, han desdibujado las fronteras que antes nos limitaban a estar en una feria del libro de otro estado, país o continente, y que en esta ocasión a través de una pantalla hemos podido presenciar su programación, incluso de la misma feria de Frankfurt y otras grandes ferias internacionales.

En unos días, por ejemplo, inicia en esta modalidad la FIL Guadalajara con un programa como siempre de lo más atractivo, y el cual podremos disfrutar sin salir de casa. Aunque, claro, se extrañará el recorrido por los pasillos para ver toda la oferta editorial y la convivencia entre lectores, editores y todos los que forman la cadena del libro.

En estos días también se están llevando a cabo un sinfín de actividades virtuales por el Día Nacional del Libro (12 de noviembre) y la celebración no ha pasado desapercibida, incluso lo virtual ha contribuido a hacerla notar más y abrir las posibilidades de participación del público de todas las edades.

No obstante, si al final del día o en algún momento de la semana nos damos la oportunidad de abrir un libro que nos lleve a otros territorios y nos aleje de esta realidad que nos agobia, sí podemos leerle a alguien en voz alta o compartir un libro con alguien más; nuestros temores, cansancio y el agobio se desdibujan, porque la lectura finalmente nos da compañía, nos da un refugio, nos trastoca la mente y algunos libros nos sacuden el corazón. Hay libros así, con magia, libros que sanan y nos reconfortan.

En estos meses tal vez algunos, como yo, hayan leído menos, pero disfrutado más esas lecturas. Por ejemplo, todavía me queda la vibra después de leer “Salvar el fuego” de Guillermo Arriaga y la emoción y unas lágrimas leyendo “Poeta chileno” de Alejandro Zambra, porque vaya manera de contar una hermosa historia sobre la paternidad y el breve instante en que los hijos crecen y se convierten involuntariamente en un pequeño reflejo de lo que fuimos y las decisiones que tomamos durante su niñez. El libro es un espejo de la vida y un faro de esperanza.

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