Estaba escrito en las estrellas

Columna de Rosely Quijano: Estaba escrito en las estrellas

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Dicen que la fecha en que naces marca tu destino y está escrito en las estrellas, y es probable, a mí nadie me dijo de niña que Sor Juana nació un 12 de noviembre, o más bien que yo nací un día antes que ella, tres siglos después; pero la admiré desde que memoricé en la primaria su soneto: “Detente, sombra de mi bien esquivo”, y por la fascinación con que la maestra nos relató su historia.

Ahí estaba, sin saberlo, iniciando mi interés por los libros. Un año antes que yo naciera, 1979, decretan el 12 de noviembre, natalicio de Sor Juana, el Día Nacional del Libro en México.

De esa bonita celebración no me enteré hasta que ingresé al Programa Nacional Salas de Lectura como en el 2008; antes esa efeméride no se celebraba como ahora. Celebrabas al libro cualquier día entrando a una biblioteca, yendo a la Librería “Burrel” (hoy casi extinta), o asistiendo a la Feria Municipal del Libro que se realizaba en los bajos del Palacio Municipal (una lástima que ya no se haga ahí).

Todavía recuerdo el día que mi mamá me compró un libro ahí, y recuerdo perfectamente, a pesar de que han pasado ya varios años, cual fue: “Navidad en las montañas”.

Así que actualmente celebro mi cumpleaños rodeada del ambiente de libros. En España, comodato curioso, el mero 11 de noviembre se celebra el Día de las Librerías.

Ojalá en México repliquen esta fecha o se instaure una propia que tanta falta le hace a la industria editorial, especialmente a las librerías independientes y locales para reactivar la venta y consumo de libros, pero, sobre todo, para generar más lectores.

No pude nacer en un día mejor, tan es así que mi propia hermanita, la lindísima Analy, nació 12 años después que yo el mismo día, estaba escrito en las estrellas; así que cada año tengo celebración triple: por ella, por los libros y por un año más de vida.

Sin los libros a mi alrededor, tal vez sería otra, pero el día que nací estaba escrito en las estrellas que sería lectora, eso, y nada más que eso: lectora; y a nada más aspiro en esta vida, porque los libros me han sostenido en las adversidades y me han acompañado en muchas noches y días de soledad, han abierto y sanado al mismo tiempo mis heridas, y me han permitido mirar mi insignificante luz de lectora, que brilla intermitente como luciérnaga en una noche infinita donde los lectores no somos más que eso, una pequeña luz en medio de la oscuridad.

Los libros me condenaron a ser la que siembra en tierra desierta y a no quedarse a cosechar nada, porque ese es el destino de todos los buenos lectores, pasar página, terminar un libro y emprender la búsqueda de uno nuevo con la misma emoción y expectativa, así como miramos todavía el cielo y las estrellas.

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