Cazador de palabras: Román Cortázar

Rosely Quijano León: Cazador de palabras: Román Cortázar

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Hablar de la poesía es complejo, porque en ella se dice con precisión todo lo que el poeta desea y no caben más palabras, solo silencios.

Sin embargo, la poética de Román Cortázar rompe con un principio básico de la escritura como una práctica que se ejerce en soledad y en silencio. Para él la poesía es una acción comunitaria y colectiva, y cuando en este poemario habla de “Las derrotas del silencio” en realidad está hablando de todas las voces que caben en ese silencio; por eso, además de la voz de Román el poeta, están sus otras voces de viajero, explorador, revolucionario, hombre y ser humano, y estas voces dialogan con las de otros poetas como Tomás Segovia, Rodolfo Walsh, Alejandra Pizarnik y más.

Pero también están las voces colectivas del pasado y del presente, de distintos países, ideologías y convicciones. Me parece que entonces Román está completamente convencido de que la poesía no es un acto individualista, tampoco solitario y mucho menos silencioso, sino todo lo contario; por eso también nos invita a los lectores a sumar nuestras voces, y lo más importante es que nos escucha.

Román, que se dice un cazador de la palabra, en este poemario nos muestra el triunfo de sus presas, habla de muerte y en ella misma está la vida; habla de silencio y en él mismo están múltiples voces, habla de la poesía donde reside la memoria y habla del olvido donde habita el amor.

Su poesía es también una revelación de la conciencia, su voz remite al complejo ser latinoamericano o al menos lo intenta develar especialmente con su evocación a Galeano, con la cual abre puertas y nuevos caminos para los lectores, para buscar la salida en este laberinto que es la poesía, del que en realidad no queremos salir nunca. El poeta siempre está buscando la salida y no la encuentra, el hilo de Ariadna se teje con versos y los lectores jalamos infinitamente de él.

Mientras la poesía triunfa una vez más en estas páginas algunos dirán que la vida en sí misma, la realidad que vivimos y nos agobia, carece de belleza y de poesía, pero he aquí en este poemario la confirmación de lo erróneo de esta idea. Leer poesía siempre es volver a creen en algo, sentir al menos por un instante que no se está del todo derrotado; los poetas nos dan la certeza del mañana.

Román en estas páginas conjuró a todos los espíritus de los poetas por cuyas venas corrió sangre latinoamericana, invocó a las estrellas para alumbrarlas y extrajo la tinta usada en cada verso de los cabellos de mujeres misteriosas que habitan en algunas estrofas. Por eso su poesía es un punto de encuentro así como es él, un hombre más del sur, más del pueblo, más el amigo; una de sus grandes virtudes es ser puente, su poesía te conectan irremediablemente a otras personas, a otros libros, otros puertos a otras ideas.

Es una estrella polar austral que nos guía la mirada hacia el sur sin importar donde estemos, el sur siempre será el mismo, ese lugar que duele, que sangra, adentro y fuera de nosotros mismos, pero que paradójicamente es el cáliz del que surge la mejor poesía.

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