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Es necesario y urgente focalizar y acelerar esfuerzos y acciones para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que nos han colocado hoy en el centro de una crisis global que ya amenaza nuestra existencia como humanidad. El sector de la energía es el principal protagonista de este problema, ya que es, por mucho, la más grande fuente de emisiones causantes de calentamiento. La energía resulta esencial para gozar de confort y calidad de vida en todos los ambientes en que nos desenvolvemos, pero la forma en que esa energía es producida y consumida hoy en día daña el medio ambiente del cual todos dependemos.

El 70% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en México proviene del sector energía. Además, muchas regiones de nuestro país, principalmente en el sureste, se encuentran en una situación de alta a muy alta vulnerabilidad ante el cambio climático, ya que padece efectos como sequías, incendios forestales, pérdida de la biodiversidad, migración, degradación de suelos y el impacto de fenómenos meteorológicos más intensos y frecuentes, cuyas consecuencias se agravan por las condiciones de pobreza que prevalecen en las zonas rurales.

Las emisiones tienen que alcanzar cuanto antes un pico máximo y, a partir de ahí, empezar a descender con la mayor rapidez posible hasta alcanzar, como se define en el Acuerdo de París, “un balance entre las emisiones desde fuentes antropogénicas, y las eliminaciones o capturas desde los sumideros de carbono”, una situación que se conoce internacionalmente como “Net-Zero”. Y resulta crítico conocer el año en el cual alcanzaremos ese estado, para poder predecir cuándo se obtendrá la estabilidad de las temperaturas globales.

En el Acuerdo de París se especifica que esto tiene que ocurrir “en la segunda mitad de este siglo”, pero es muy diferente si esto sucede en 2050 ó en 2100. Y son cada vez más los países que se están enfocando en alcanzar el punto “Net-Zero” en fechas más tempranas que las comprometidas anteriormente.

A nivel global, se encuentra en marcha una profunda transformación estructural de los sistemas energéticos y su gestión integral, que está resultando disruptiva, pero que necesita fortalecerse y acelerarse, para que los objetivos se alcancen.

Esto solo es posible a través de una sólida coalición que impulse acciones transversales entre una variedad amplia de sectores involucrados, una gran alianza de cooperación intersectorial, conformada por el sector productivo, los proveedores de tecnología de generación limpia, el sector académico, de investigación y de formación de capital humano, el sector financiero y de seguros, los tres niveles de gobierno, la CFE y organismos reguladores, así como los medios de comunicación, formando células de trabajo comprometidas, que se dediquen a trazar una hoja de ruta clara, transparente y focalizada, que nos coloque en la senda hacia la transición energética, el desarrollo sostenible y el combate eficaz al cambio climático.

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