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Sapiencia no entra en alma malévola y ciencia sin conciencia no es sino ruina del alma Rey Salomón

A mi padre

Cuando pensamos en gigantes nos vienen a la memoria seres despiadados, monstruosos, atroces, que por su fuerza devastadora son capaces de la destrucción. En la mitología griega el primigenio Cronos ante la amenaza que significaban sus hijos se los tragaba, al ser estos inmortales se desarrollaban en su interior gracias a su colosal tamaño. El escritor francés Francisco Rabelais retomó la hiperbólica imagen para crear una saga de cinco novelas de dos gigantes pero amorosos: Gargantúa y su hijo Pantagruel. Aunque el autor se propuso que fueran literarias y no pedagógicas, se convirtieron en una proyección de su ideología y crítica del modelo de enseñanza formal en la Sorbona.

A Rabelais le gustaba escribir los prólogos de sus libros cuya función era advertirnos el tono que tomaría la historia: “Ilustres bebedores, preciosísimos galicosos, porque a vosotros solos dedico mis escritos…” (Inicio del prólogo de “Gargantúa”, 1534). A lo largo de la obra advertimos que se enfatiza “Gargantúa padre de Pantagruel”, quedando clara la razón en el capítulo: “De cómo Pantagruel estando en París, recibió una carta de su padre Gargantúa”, el hijo es la extensión del padre no solo en sus atributos físicos que dota la genética, sino también en los anímicos y psicológicos moldeados por la educación: “Por ello, hijo mío, te exhorto a que emplees tu juventud en aprovechar bien en saber y en virtud”.

En mencionada carta el padre instruye a su hijo a lo que debe prestar atención resultando un aprendizaje hiperbólico e irónico: “Pretendo y deseo que aprendas las lenguas perfectamente. En primer lugar la griega…en segundo la latina y luego la hebrea para las Sagradas Escrituras, y por la misma razón la caldea y la arábiga; y que formes tu estilo en griego imitando a Platón y en latín a Cicerón…Geometría, aritmética, y música…astronomía, pero no la adivinatoria… derecho civil…”, y se sigue con todos los conocimientos de la naturaleza, medicina griega, árabe y latina…talmudistas, cabalistas…, metales, piedras preciosas y un sinfín de información que se guardaría en la memoria “pantagruélica” del tamaño de 12 odres y toneles de aceite y un entendimiento de dobles recovecos. Paradójicamente la vastedad intelectual no sería suficiente para imponerse, debería seguir usando la fuerza.

En la historia Gargantúa se educa en París donde recibe instrucción militar, practica vela, caza, natación, esgrima, equitación, sin desaprovechar los conocimientos que obtiene durante las comidas, paseos y conversaciones que nutren su cultura general. Pondera el conocimiento que se obtiene de la observación vinculándola a las praxis. La formación científica en la medicina y religiosa en las órdenes franciscana y benedictina del escritor, permearon su literatura irreverente y escatológica con frecuencia censurada.

El universo humorístico de Rabelais a través de la sátira deja clara la importancia de la dirección amorosa del progenitor en la educación. Los hijos son la esperanza de los padres ante la inexorable mortalidad

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