Octavio Paz fue el primero en utilizar el término “ruptura” para referirse a un alejamiento que tuvieron artistas del arte mexicano de inicios del siglo XX. En el texto “Tamayo en la Pintura Mexicana” (1950), el poeta esboza una nueva época, en la que logra identificar el quiebre que los nuevos pintores mantendrían con los discursos nacionalistas de Rivera, Siqueiros y Orozco. Para Paz, nombres como Carlos Mérida y Rufino Tamayo fueron ejemplos claros de que los nuevos artistas ya mostraban intereses muy distintos a los de la Escuela Mexicana de Pintura.

Siguiendo con la misma línea, años más tarde, el poeta y crítico guatemalteco Luis Cardoza y Aragón propondría en Pintura Activa (1961) un cambio generacional que desembocó en una crisis de la pintura mexicana propiciada por un contexto social muy diferente al muralismo.

Cardoza no utiliza el término de Paz, pero dentro de sus propuestas destaca a nuevos artistas como Gunther Gerszo, Rafael Coronel, José Luis Cuevas, Leonora Carrington, Enrique Echeverría, Alberto Gironella, entre otros. Para estos momentos, si bien los integrantes de la Generación de la Ruptura ya han ganado espacios dentro de la cultura mexicana, la crítica parecía aún no asimilar la importancia que tenían para el arte mexicano.

Sería el escritor, periodista y crítico Juan García Ponce quien se destacara como un personaje fundamental para la difusión y la apreciación del arte de ruptura. Dueño de un vasto conocimiento de la cultura mexicana, en especial de las artes plásticas y visuales, García Ponce se convirtió a través de sus textos en el defensor y promotor del arte contemporáneo con mayor reconocimiento en el país.

El arte es ya el mismo en todos lados y para todos. Manuel Felguérez, Alberto Gironella, Lilia Carrillo, Vicente Rojo, Roger Von Gunten, Fernando García Ponce, Gabriel Ramírez, Francisco Corzas y Arnaldo Coen serían nombres que a partir de ese entonces formarían parte de la Generación de la Ruptura.