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Yo quisiera preparar una colección de cuentos de una sola frase, o de una sola línea, si fuera posible. Pero hasta ahora no encontré ninguno que supere al de Augusto Monterroso. Ítalo Calvino

Ya sea una anécdota personal o una ocurrencia, el escritor hondureño Augusto Monterroso abrió la caja de pandora imaginativa en la mente de sus lectores con siete palabras que han multiplicado las ventanas de la interpretación por más de seis décadas, inaugurando -o quizá no- el género del relato breve, tan breve, pero sustancioso como la misma personalidad y obra de su autor. El estudioso literario Lauro Zavala ha hecho una lectura analítica de cada una de las palabras publicadas en 1959 bajo el título “El dinosaurio”, microficción incluida en Obras completas (y otros cuentos), por supuesto el autor con su sentido del humor tituló el libro con uno de los cuentos incluidos: “Obras completas”, jugando con la ambigüedad -nuestro idioma parece ser particularmente propicio para los juegos de palabras-, calificados de ingeniosos, satíricos, irónicos, paródicos, entre otros términos utilizados para definir la sorpresa, epifanía y perplejidad que suscitan sus textos.

Ante la afirmación: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, nos cuestionamos quién se despertó, ¿un humano?, ¿otro animal? y dónde estaría para encontarse con un ser prehistórico, al que solo conocemos a través de imágenes y películas de ciencia ficción. O quizá el cuento viene de otra era, entonces ¿es un microrrelato fantástico?, ¿una fábula? Cabe la posibilidad de que el dinosaurio no sea el animal gigante sino un símbolo, un mote, un alterego o una metáfora de los miedos y los deseos que cada uno tiene. Lo cierto es que Monterroso abrió el universo infinito de posibilidades como lectores que intentan desentrañar el misterio del reptil extinto. Así también “El dinosaurio” inspiró al escritor José de la Colina para escribir el microrrelato irónico: “La dama culta”.

Por supuesto la vasta hoja blanca deja suficiente espacio para que cada uno le dé un contexto a la historia. El hábil Tito sabía que mientras menos palabras escribiera, dejaba más a la interpretación. Quizá fue una provocación o un rasgo de generosidad para detonar la creatividad escritural. El momento narrado nos indica que algo pasó antes de que el personaje incógnito -él o ella- se entregara al mítico dios Morfeo y algo ocurrirá después de encontrarse con el otro -el dinosaurio-; no se sabe a bien cuál será la reacción de ambos al volverse a ver.

Si nos seguimos por la nebulosa onírica y psicoanalítica de Sigmund Freud, sabemos que los sueños tan solo sueños no son como dijo Calderón de la Barca y al despertar las motivaciones o pulsiones seguirían estando, ya que el sueño es un escape momentáneo de la realidad, pero en cuanto se abren los ojos y tomamos conciencia vuelven a apoderarse de nosotros; Freud hubiera elaborado un amplio tratado. Entonces, el “dinosaurio siempre estará allí”, esperándonos paciente para recordarnos que sólo el sueño eterno nos liberará de él.

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