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"Yo no confiaría en el gusto de nadie que no leyera jamás poesía contemporánea, y desde luego que no confiaría en el de nadie que no leyera nada más que eso”, dijo T.S. Eliot, y seguramente más de uno se verá reflejado, aunque sea momentáneamente, en alguno de los polos. El ejercicio de la lectura, como el de la escritura, tiene, o debe tener, rasgos generacionales: un gran poema del siglo XIX sigue siendo un gran poema en el siglo XXI, pero no necesariamente por las mismas razones que en su tiempo. Leemos siempre contextualizando los motivos sociales, ideológicos y estéticos, sabemos “cosas” del poema y del momento en que ocurrió la escritura. Leer es, claro, un estado de conciencia.

Ser poeta (oficial) en México conlleva ciertas prisas: hay que leer montones de libros ganadores de certámenes literarios, organizar excavaciones para recopilar textos de otros y hallar convergencias con nuestras ideas: ¿qué puedo ganar?, ¿dónde puedo publicar?, ¿dónde encajo? Quizá por este ecosistema de inducción al medio se han generado montones de “nuevos lectores” de poesía mexicana que, en realidad, son poetas o buscan serlo. Saber en dónde estás parado es importante, pero confundir la Literatura con la literatura mexicana reciente es una locura.

A día de hoy, con todo y el griterío que exige crítica literaria, una gran mayoría de poetas y lectores de poemas siguen pensando que el premio de poesía Aguascalientes es un verdadero termómetro de la calidad de la literatura nacional. La ecuación libro + premio es paradójica: infantil y vacía, a la par que convincente para muchos. Si tiene premio, es por algo, dicen; si no tiene premio, por algo será, repiten.

Leer crónicamente las novedades de la literatura mexicana es tan válido como ser un lector obseso de los clásicos franceses, así como también hay validez en el acto escribir con el lenguaje y la vocación humana de Rimbaud. Válido no significa, por supuesto, positivo. La lectura es uno de los ejercicios más libres del mundo: mi selección de lecturas no concierne a nadie, mis gustos no se cuestionan. Ahora bien, ¿qué escribirá un poeta que lee exclusivamente las novedades del FCE y Tierra Adentro? Un amasijo de formas no asimiladas, interpretadas a partir de otras interpretaciones que a su vez vienen de otros. Será, estéticamente hablando, un autor predeterminado que, de a poco, olvidará lo que verdaderamente le interesa. Sus temas serán Los Temas, sus formas Las Formas, y su escritura una práctica dependiente de la producción actual. Su razón será sencilla: si se parece a lo premiado, publicado y promovido entonces funciona.

No creo, en pleno 2024, que exista distancia entre los tan cuestionados programas de las licenciaturas en letras (por anticuados, repetitivos, poco abarcadores) y el panorama de lectura exclusivamente mexicana y contemporánea de un autor joven (por el mismo paréntesis). “Yo no leo escritores muertos ni mayorcitos, sólo a mis amigos y lo que se hace actualmente”, dijo una persona en un taller al que asistí, con una firmeza que pocas, pero poquísimas veces he presenciado. No hace falta re-citar a Eliot. No, de ninguna manera. 

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