El “Grito” de Dolores, ayer y hoy

Jorge I. Castillo Canché: El “Grito” de Dolores, ayer y hoy

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Nuestra historia nacional, también llamada oficial, explica hasta hoy en el acontecimiento ocurrido la mañana del 16 de septiembre de 1810, el comienzo de México como nación soberana e independiente. Esta versión habla de la gesta de un pueblo para derrotar a sus opresores que inició con el “grito” de un venerable anciano, Miguel Hidalgo y Costilla, párroco de Dolores en la entonces Intendencia de Guanajuato, y cuya acción a la postre le dio el reconocimiento de “Padre de la Patria”. Así lo han aprendido millones de personas en este país desde el inicio de su educación formal y se ha reforzado cada septiembre por los mensajes, conmemoraciones, festejos en los medios de comunicación y en los diferentes gobiernos de este país (federal, estatal y municipal). La verdad es que esta interpretación armónica, homogénea y lineal le quita toda su complejidad a un hecho histórico como éste según han demostrado desde hace varias décadas los profesionales de la historia.

Esa idea de que todo comenzó el día del “grito”, se ha ido desmontando poco a poco con investigaciones que parten de la segunda mitad del siglo XVIII, para decir que el movimiento liderado desde el principio por Hidalgo, no puede entenderse a cabalidad sin estudiar los cambios de los reyes de la nueva casa reinante de la monarquía española: los Borbones. Las llamadas Reformas Borbónicas en la Nueva España, de manera particular con Carlos III y su hijo Carlos IV, si bien trajeron beneficios para los “españoles europeos” residentes y recién llegados, perjudicó en cambio a todos los demás grupos socio-étnicos; “es pañoles americanos”, “criollos”, “castas” e “indios” (todas expresiones de la época colonial).

Se ha cuestionado la existencia de un “grito” como tal y lo que dijo Hidalgo. Se debate sobre los significados de “Muera el mal gobierno”, “Mueran los gachupines”, “Viva Fernando VII” y “Viva la religión”, para determinar los objetivos del movimiento de 1810. Para algunas historiadoras e historiadores fue sólo un movimiento reformista y autonomista, es decir, los novohispanos, en particular los “criollos”, deseaban recuperar espacios en los asuntos de gobierno y además defendían a la Monarquía española del ateo invasor francés; Napoleón. En cambio, para otros y otras, Hidalgo poco a poco se fue radicalizando -sus decretos sobre la abolición de la esclavitud, el tributo, la entrega de tierras a los campesinos, lo estarían revelando- y de una rebelión inicial pasó a una revolución popular que anunciaba la independencia, algo que líderes insurgentes como Morelos y Guerrero sí declararon abiertamente.

La verdad histórica muestra hoy a un Hidalgo más humano; gran teólogo de su época al que le gustaba del teatro francés, en especial del Tartufo de Moliere. Endeudado como muchos por las exacciones fiscales y préstamos forzosos que impuso la Monarquía borbónica a su colonia más rica, tuvo conflictos con los demás iniciadores del movimiento, en particular con Ignacio Allende, y fue incapaz de contener la violencia popular desatada en la alhóndiga de granaditas de Guanajuato y el fusilamiento de inocentes. Con todo el conocimiento del movimiento social de 1810 y de su líder más visible, se debe ratificar la importancia de este momento en la historia del proceso de independencia. Hidalgo, como se ha dicho, hirió de muerte al régimen colonial y sin él, Iturbide; la cabeza del movimiento que logró la independencia en septiembre de 1821, no existiría.  

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