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La voz cantante del presidente de México ha dictado el modo y la agenda con las mañaneras. Incluso para muchos integrantes del gobierno federal que ahí se enteran, como el resto de la gente, de los nuevos proyectos, grillas y ocurrencias.

Como ejercicio de comunicación política, nadie puede dudar de la eficacia en el posicionamiento personal que da esta palestra al titular del Ejecutivo.

Extender la imagen de omnipresencia es la idea, de control y cobertura nacional hablando de todo y nada al mismo tiempo.

Se ha logrado con ello no solo dictar cabezas noticiosas con frases cómicas, también acallar rumores y desgastar adversarios.

Por su alcance y contundencia, el atril de las mañanas es el arma más poderosa de la cuarta transformación A pesar de que es conocida la importancia del potente y tempranero micrófono ubicado en Palacio Nacional, pocos tienen claro que su operador es solo uno y aunque el puesto en el gatillo pueda ser heredado, las balas que fabrica y usa, no.

Es ese un modelo de comunicación que apuntala el proyecto de un hombre, haciendo uso de todos los recursos del Estado.

Efectivo sí, pero con la riesgosa posición de ser pítcher y cátcher en un campo donde no se sabe aún si hay equipo.

Han pasado los meses y para muchos políticos morenistas ese escenario inicial que enojaba por quitarles reflectores ahora es la mejor defensa para encumbrar los caminos personales.

Porque no hay que olvidar algo: hay reflectores para las grandes galas pero también para los penosos escándalos.

Andrés Manuel hoy tiene menos poder que el primer día sentado en la silla. Así es y ha sido siempre con todos los presidentes.

El inicio de un nuevo gobierno supone lealtades pasajeras que encuentran cauce en proyectos muchas veces divergentes.

Con el paso de los meses, hemos visto conferencias épicas sobre planes y proyectos de desarrollo; defensa de los indefendibles y glorias a los olvidados; auditorías a los “grandes pillos” y regalos con dedicatoria al “pueblo bueno”; festejos exagerados de lo que supone la tarea del gobierno; y la siempre recurrente frase “los anteriores tienen la culpa”.

Y en este escenario, no ha faltado el maloso que se pregunta: ¿Y a qué hora gobierna?

Porque además, como es de conocimiento público, el presidente de México también arrastra el lápiz en un libro de su autoría y editando el “maléfico y neoliberal” Presupuesto de Egresos de la Federación.

López Obrador cumple también las de vocero, jefe de gabinete, coordinador de estrategia, director de planeación, encargado de despacho, promotor de imagen, guía espiritual, porrista y visor de talentos en la liga de beisbol.

El problema no es hacer mucho, sino hacerlo antes de su única obligación constitucional, la de ser presidente de México y gobernar para todos.

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