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Desde hace varios sexenios, Iglesia, Gobierno y el Ejército (fuerzas armadas) dejaron de ser “intocables” o temas tabú en los medios de comunicación en México. Quizás la crítica abierta hacia estas tres instituciones se dio a partir de 1968, cuando Gustavo Díaz Ordaz, no sin cierta dosis de prepotencia, expresó en su V Informe: “Por mi parte, asumo íntegramente la responsabilidad: personal, ética, social, jurídica, política e histórica, por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado”.

Sus sucesores enfrentaron el embate del entonces llamado “cuarto poder”, e incluso algunos propiciaron la crítica para mostrar cierto equilibrio en el trato que les daban en los medios. Pero también varios se ponían en el flechero para ser acribillados cotidianamente por articulistas y moneros en los periódicos. Luego cobrarían auge los programas de “opinión” en radio y televisión con “sesudos” analistas, hasta que llegaron las redes sociales, donde todos opinan (aun sin conocimiento de causa), analizan en “hilos”, descalifican, ridiculizan y hasta insultan aprovechando el anonimato del internet.

La semana pasada y a principios de ésta, Víctor Trujillo (“Brozo”) se convirtió en tendencia por insultar al presidente al hacer un comentario sobre lo mal que ha manejado el gobierno la pandemia de coronavirus. El tema pasó a segundo plano y la agresión verbal fue la “comidilla”. Hubo felicitaciones y descalificaciones hacia el comunicador, al grado de que un reportero amlista manifestó en la “mañanera” del pasado lunes que “en otros tiempos, Trujillo hubiera amanecido con moscas en la boca”, pues “hablar mal del presidente representaba desaparición y muerte segura”.

Soy enemigo de las “malas palabras”, y aunque la mayoría de las acciones de la 4T no son de mi agrado, repruebo el agravio, no a Andrés Manuel López Obrador (que también merece respeto), sino a lo que representa. Además, sostengo que cuando se acaban los argumentos es cuando se tiene que echar mano del insulto. Hay políticos, oradores y periodistas que utilizan el lenguaje en el que sutilmente descalifican o hasta ofenden a personajes, sin menoscabo de las normas y sin perder la educación.

También hay que decir que la clase política ha propiciado esos ataques verbales y escritos con sus conductas, descalificaciones, dichos y dislates. El propio AMLO ha tenido una ríspida relación con los medios de comunicación por sus continuos ataques para combatir la crítica hacia su administración: “pasquín inmundo”, “prensa inmunda”, “prensa conservadora”. “prensa fifí” y “chayoteros” son algunos epítetos que ha endilgado a sus detractores. Y se dice que la Presidencia sufraga a ciertos “preguntadores” para neutralizar o marginar los cuestionamientos de los periodistas que no son de su agrado en las conferencias mañaneras.

Quien ostenta el más alto cargo político del país merece “el respeto y las atenciones debidas” a su investidura, pero debe representarla dignamente y ganarse el respeto y reconocimiento de sus gobernados. La libertad de expresión está garantizada en la Constitución y se debe usar con responsabilidad.

Anexo “1”

Palabra de político

La clase política dejó atrás el cultivo de la expresión oral, las piezas de oratoria quedaron en el pasado, ahora se abusa de los barbarismos, anfibologías y frases que pretendiendo ser humorísticas o irónicas derivan en vulgaridades o francas groserías.

¿Alguien recuerda un lema de campaña o un discurso brillante? Por el contrario, del “ni nos perjudica, ni nos beneficia, sino todo lo contrario”, de Luis Echeverría, pasando por el “cállate chachalaca” (de AMLO a Fox) se ha llegado a la diatriba con calificativos ofensivos. Aquí un breve recuento de los dichos de políticos:

“Defenderé el peso como un perro’’, de José López Portillo; “El 75 por ciento de los mexicanos ya tiene lavadora y no de las de dos patas” (Vicente Fox); “Me dan a tu hermana” (de Leonardo Rodríguez Alcaine a un reportero que le preguntó si le daban línea); “Sí es mi voz, pero no soy yo” (Mario Marín, el “Gober precioso”, sobre la grabación telefónica con Kamel Nacif); en las campañas de 2018, de “matraquero” calificó López Obrador secretario de la Defensa (y sigue con sus frases y dichos coloquiales, a veces ofensivos), y el entonces dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, llamó “prietos que no aprietan” a quienes dejaron las filas del tricolor para irse a Morena. Palabras de políticos.

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