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El acto de tomar decisiones viene acompañado de innumerables factores que pueden obrar a favor o en contra de uno. Pensemos en todas aquellas ocasiones en las que hemos estado cerca de hacer algo, pero de pronto un impulso violento nos lleva hacia direcciones por demás contrarias a lo que habíamos considerado como decidido. Dudamos, por supuesto. Y lo hacemos como parte, quizás, de nuestra naturaleza humana.

¿Cuál es ese truco que nos hace vacilar entre un mar de posibilidades? Es decir, o nos lanzamos, o no. Sabemos que las decisiones a medias traen estragos al espíritu y debilitan la voluntad; entonces regresamos sobre nuestros pasos para asegurarnos una vez más de que nuestras decisiones finales irán en el sentido del deseo más puro que late por dentro; muy cerquita del instinto.

En “El vértigo”, cuento del escritor colombiano Juan David Villegas, estamos ante la historia de un hombre que se encuentra al borde de un precipicio. Debajo, naturalmente, hay un universo que desconoce completamente y que al mismo tiempo le brinda un tipo de seducción; si lo decidiera, podría estar cerca de él en menos de un minuto y descubrir por fin qué es eso que lo está llamando a lanzarse.

Por otra parte, experimenta una fuerza que reconoce como resistencia, y que lo hace permanecer con los pies sobre la tierra e inclinarse no hacia el vacío, sino hacia la tranquilidad de una vida que valdría la pena enmendar para evitar llegar a situaciones extremas como lo es danzar entre la vida y la muerte, al borde de un precipicio.

El vértigo no tarda en llegar. Cada intento de movilidad en el cuerpo del hombre puede significar continuación o fin. Entonces aparece un águila que sobrevuela expectante como si pudiera preguntarle: ¿lo harás o no? Más abajo acuden los buitres que apoyan el salto final y anhelan tenerlo cerca. Para hacer “contrapeso”, algunas ráfagas de aire levantan el polvo que se adhiere a sus pies para añadir peso y asegurarse de que esas plantas solamente se levanten para retractarse y continuar los pasos en la dirección de la vida. El vértigo ahora se apodera del cuerpo y los impulsos tienen equidad de probabilidad; lanzarse o no.

Dentro de una escritura fina, y sin adelantarnos a la decisión que el autor se ha reservado, reconocemos en el personaje, con suerte de una forma menos drástica y extrema, esa dificultad para decidir y tomar el control de lo que sea que nos rodee. Tendríamos que saltar, saltar hacia lo que late; lo que vive.

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