En defensa de la bondad
El Poder de la Pluma.
No puedo ser parte de un mundo donde ser una persona amable es una desventaja.- Keanu Reeves
En la noche, muy cerca de la hora marcada para el límite de la movilidad urbana, entre al Oxxo a comprar algunas cosas para la cena, al abrir la puerta encontré a una señora de la tercera edad llorando frente a dos turistas porque salió a prisa de casa y olvidó el cubrebocas, los encargados no quisieron atenderla, suplicaba insistente que la ayuden a comprar jamón y queso porque no podría volver de su casa a la tienda nuevamente; sin dudarlo los turistas se aprestaron a hacer las compras, nos ofrecimos después de unos momentos a ayudar mientras los cajeros ocultaban con la mano su risa.
Lo más curioso de esta escena es el momento de titubeo de quienes estábamos ahí reunidos, en una fracción de segundo dudamos de la veracidad de la historia, los cajeros reían ante la ingenuidad de quienes creímos la excusa que brindaba la señora. Los turistas en cambio se pusieron manos a la obra antes que la señora termine de contar qué pasó.
Por años he escuchado cientos de historias en el centro de la ciudad: alguien que lo dejó su camión a Campeche y necesita cinco pesos, niños que piden monedas porque sus papás no tienen trabajo, señores pidiendo dinero porque hace meses que no trabajan y huelen a licor, una cartera olvidada, una tragedia que necesita ser atendida, el eterno familiar en el hospital que necesita tratamientos. Durante años los he visto recorrer las calles una y otra vez pidiendo para las mismas causas, ocasionando desconfianza ya en cualquiera que se acerque a pedir algo, aunque si el bolsillo lo permite entrego las monedas para hacer su día menos pesado.
Entre esos personajes y tantas estafas que trajo consigo la tecnología (correos pidiendo dinero, colectas de dinero para asociaciones fantasmas) han quebrado un poco ese espíritu solidario y la bondad que habita en los seres humanos, dejándonos recelosos y sumergidos en un egoísmo prácticamente imposible de superar; sin empatía, enojados y desconfiados unos de otros.
Esa noche, la escena movió esa parte que creí olvidada ya: la solidaridad. Palabra maldita desde su uso en los programas de Carlos Salina de Gortari que le dejó un tufo a fraude, que pervirtió, al menos en mí, el significado mismo de ella. Definitivamente, a nadie le gusta que le vean la cara, pero hay momentos en que vale la pena hacer un lado todo ello, si fuéramos un poco más bondadosos, más empáticos con la persona que está al lado, sin que todo se reduzca a nosotros, posiblemente lograríamos cambiar el rumbo que tiene la sociedad actualmente, ese individualismo basado en fregar al prójimo. Hay que defender la bondad, la poca que queda, hoy fueron unos minutos de titubeo, mañana podrán ser horas o días, y cuando nos demos cuenta, habremos perdido una parte valiosa de lo que nos hace humanos.