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Irse a dormir es un acto de intriga porque nadie sabe exactamente qué versión mañanera de nosotros resultará de esas muchas o pocas horas en las que nos desconectamos por completo al entrar en un estado onírico ideal. Y digo ideal porque bien sabemos que para algunas personas las noches parecieran la oportunidad perfecta para despertar esa otra parte que durante el día duerme.

Los insomnes son dueños de la noche, es verdad; pero sus actividades son limitadas. ¿Qué se hace cuando no se duerme? Se piensa, se lee, se come, se mira la tele con la mente apagada, se recuerda, se sufre, se anhela. Por el contrario, quienes duermen y quienes sueñan tienen al alcance de la mano ese vértigo precioso y amable que resulta de la esperanza por alcanzar un sueño placentero. Por dejarse caer con el peso de las horas cargadas en el día y optar por olvidar momentáneamente que, en cuanto salga el sol, todo se repetirá con una versión nueva. Amanecemos diferentes.

En “En la cama del amanecer”, poema en prosa del poeta japonés TetsuoNakagami, no solamente nos adentramos al mundo de los sueños, sino que también estamos frente a letras que promueven versos fantásticos. Sí. De esos que sabremos aceptar como posibles porque nosotros también soñamos y sabemos crear.

Imagina que cada vez que soñaras, a la mañana siguiente tu cama pudiera dar indicios de todo cuanto ocurrió en tus horas inconscientes. Así, la voz poética dentro del texto sostiene que seguramente en sus sueños caminó sobre el agua con pasos inseguros. Lo sabe porque su pijama está mojada y porque los músculos de sus piernas están tensos, como si hubiera hecho un esfuerzo grande para mantener la pisada fuerte dentro de aguas patinosas en las que también estuvo en contacto con animales. Esto último lo ha percibido porque al tocar su rostro sintió cómo un pequeño tufo con olor a pescado emanó de sus dedos. Es increíble.

No hay señales de alarma y el personaje se congratula por tan aparentemente interesante travesía, aun cuando los remanentes del sueño puedan devenir en recuerdos poco agradables. Se opta por revivir el sueño a través de las pistas que han quedado en la cama y se adopta dicha circunstancia como punto de partida para el día. Amaneció diferente, acuoso; dice sentirse bien.

Quizás entre las arrugas de nuestras sábanas se encuentran las pistas para revelar nuestra versión del día, pero todavía no sabemos leerlas. Habría que buscar señales y encontrarnos entre ellas.

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