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Un rico mosaico de policromías conductuales puede encontrarse en nuestra bella y privilegiada Península de Yucatán. El principio de atracción de los polos queda claramente presente, cuando sabemos que una gran fortuna familiar se logró a base de intenso y constante trabajo de varias generaciones y también nos enteramos de fortunas que se amasaron a base de explotar al de abajo y actos de todos conocidos como el tráfico de licor, oro, joyas y no digamos de influencias.

Sabemos de personas, conscientes o no del divino don con que fueron dotadas y nos legaron verdaderas joyas musicales y literarias realmente excelsas, cuya lista es tan larga que no cabría en este espacio. Pero también sabemos de personas que cortaron en pedacitos a un semejante y lo depositaron en una bolsa que tiraron en un estacionamiento, sabemos de individuos que practican sexo con animales y pederastas, etc., etc.

Esta tierra es de contrastes tan grandes y emociones tan contrastantes en un espacio geográfico muy reducido.

No me dirijo a las víctimas, muchas veces mediocres y pusilánimes que padecen y permiten que otros padezcan vejaciones inconfesables casi siempre a cambio de, como dicen, “unas cuantas tortillas duras”. NO, me dirijo a los que tienen el poder de cambiar las cosas, pero no solo castigando a los infractores, sino cambiando ellos o nosotros mismos.

Ya basta. Si bien sabemos que el dinero calma los nervios, también sabemos que no es el medio único o más recomendado para ser feliz, que es realmente a lo que todos aspiramos.

Profesionistas que mercantilizan el sagrado derecho a la salud. Profesionistas y otros sin serlo pero que cuando perciben la oportunidad de un puesto político o tan solo en la administración pública, en lo primero que piensan es en dinero y poder, debiendo, por el contrario, pensar en que tendrán que trabajar más y quizá ganar menos de lo que ahora ganan porque van a servir con honradez.

Dejemos a un lado ese, en muchos casos, fingido romanticismo yucateco y seamos personas respetables y respetuosas cual es nuestro origen. Eduquemos a nuestros descendientes con ejemplos y con el orgullo de ser hijos de esta tierra privilegiada, pródiga en seres tocados por la mano de Dios.

ENTRE OTRAS COSAS. Una persona que vive para afirmar que me lo contó, o para negarlo, se encontró en México a un conocido que acostumbraba pasar temporadas en Mérida. Fueron a tomar una copa y en cierto momento ella le preguntó. ¿Por qué te gusta pasar temporadas en Mérida? Y él le contestó: porque me gusta la sociedad de Mérida, es la más divertidamente corrupta que he encontrado. Al que le quede la guayabera, que se la ponga.

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