Escribir para no llorar
Cristóbal León: Escribir para no llorar
“Estoy escribiendo y ésa es mi manera de llorar”, frase que expresó José Revueltas, el 27 de agosto de 1939, ante el ocaso de su madre, fallecida pocas horas después. La máxima forma parte del texto “Mi temporada en el infierno” publicado en el tomo I de Las evocaciones requeridas (ERA, 1987). En síntesis, es una más, de las expresiones irónicas, radicales y melancólicas que el autor de El apando, heredara a quienes vemos en su literatura, una de las representaciones más sobresalientes del siglo XX en México.
Irónico ante la amistad, su pureza e impureza, ante la forma en que incumplimos los seres humanos. Radical con el egoísmo, la egolatría y la soberbia de quienes se erigen como intelectuales, se burla de la pureza del autollamado culto: “El hombre tiene esa cosa diabólica que es la inteligencia. Y con ella hace tratados y filosofías y queda Grande, Intocable, en medio de las cosas que existen. Odio ese poder que nos ha dado el demonio. Aborrezco ese poder que nos ensalza y que nos niega”. Melancólica expresión autobiográfica que José Revueltas escribió ante el dolor, la pérdida o como él mismo dijera: la soledad. La irreverencia de Revueltas es conocida, sus expulsiones del Partido Comunista Mexicano (PCM), su apoyo a los estudiantes del 68, su ruptura con el canon literario, su convulsa vida familiar y su espíritu libre, lo ubican como un hombre, que siempre escribió, para no llorar nunca.
¿Quién carajos no ha sentido ganas de llorar ante nuestra realidad? ¿Cómo contener las lágrimas si nuestro México sufre? Corrupción, represión, muerte y dolor. Hambre, narcotráfico, desapariciones, despidos y pobreza. Realidad que lastima al ser humano. ¿Cómo no admirar a los periodistas comprometidos que arriesgan todo por decir la verdad? Ellos son quienes escriben para no llorar. Arriesgan la vida, dan con su profesionalismo un ejemplo incomparable.
En México se asesina a periodistas, la libertad de expresión es amenazada y a pesar de ello, los periodistas comprometidos no se detienen, continúan sin menoscabo ante las amenazas, se arriesgan al cubrir alguna noticia o realizar una investigación sobre temas incómodos al poder. Dan cobertura a situaciones que nos ocultan los medios convencionales, esos al servicio del dinero y alejados de la verdad. Los periodistas comprometidos no tienen tiempo de llorar, lagriman con cada letra, esa es su forma de expresar el dolor, describen nuestros males y narran la realidad. A ellos debemos la generación de crítica y reflexión, es por ellos, que los cercos mediáticos orquestados por los corruptos gobernantes son derribados, sus acciones de contra información al servicio de la sociedad, dan la posibilidad de avanzar y construir nuevas condiciones para el bienestar común.
Revueltas tuvo una larga temporada en el infierno, así llamó a una buena parte de su vida. Nosotros llevamos varias décadas caminando más y más adentro del averno. El incremento en el quebranto social es notable, las libertades se pierden junto a los derechos elementales. La lógica capitalista degrada la vida y la vuelve mercancía, se desecha el sentido humano y se ponderan los valores del mercado por encima de las necesidades sociales. Los actos corrosivos sólo tienen fin en la acción colectiva consciente. Por mi parte considero que deberíamos escribir más y llorar menos.