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Según la Real Academia Española una de las primeras acepciones para la palabra “ser” la identifica como un verbo intransitivo que significa haber o existir, de la misma manera identifica al vocablo “estar” también como un verbo intransitivo que significa permanecer o hallarse con cierta estabilidad en un lugar, situación o condición, como podemos notar, tiene mucha razón una conocida canción que afirma “no es lo mismo ser que estar, no es lo mismo”, y efectivamente ser y estar son situaciones muy distintas aunque en algunos otros idiomas no se haga distintivo entre ellas.

Estas dos particularidades esenciales en nuestra vida siempre se manifiestan en relación a algo, dicho más claro, somos y estamos por la manera que nos relacionamos con lo que nos rodea, así somos hijos por la relación existente con nuestros padres o con la familia, somos estudiantes cuando estamos en relación con algún sistema educativo, estamos vivos cuando nos relacionamos con la existencia y estamos muertos cuando no hay esa relación, así surge una característica esencial para el ser humano, y esa es la relación con el mundo circundante la que nos define plenamente como humanos, si somos y estamos.

Por esta razón es que cada uno de nosotros para llegar a ser plenamente humanos debemos esforzarnos en ser y estar, en ocasiones parecemos olvidarlo y así podemos encontrarnos personas que “son” padres porque han traído a la vida a sus hijos, pero no “están” presentes en su vida, pueden incluso trabajar y esforzarse en que tengan una casa adecuada, comida, escuela, atención médica y, sin embargo, nunca “estar” presente en la vida de sus hijos más que indirectamente, la presencia en la vida diaria es un factor fundamental no solo para el desarrollo sino también para la felicidad de nuestros hijos.

Alguno de nosotros podrá ser maestro por alcanzar el grado de estudios necesarios para ello, por trabajar en alguna escuela impartiendo alguna asignatura, podrá “ser” cuando menos en cuanto a lo formal y lo legal, pero si se limita a recitar una serie de conocimientos a sus alumnos o incluso si los enseña a razonar, ser críticos y trasladar el conocimiento a situaciones nuevas, eso no significa que realmente “éste” como maestro en la vida de sus alumnos, porque para “estar” requiere volver parte de la vida de sus discípulos no solo la ciencia, la técnica y la habilidad sino también el sentido del bien, la recta y honrada utilización de los conocimientos en generar el bien, tanto para sí mismo, como para quienes lo rodean.

De ninguna manera podemos desmerecer el ser, porque para estar primero hay que ser, no puedes “estar” como padre, maestro o esposo, sin primero “serlo”, lo que es cierto es que para poder llevar a plenitud cualquiera de estas relaciones y en general la plenitud humana cada uno de nosotros ha de vivir integralmente ambas, ser y estar en armonía son las dos piernas sobre las que ha de elevarse el ser humano para vivir en plenitud.

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