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En el marco de estos días tan simbólicos para nuestro entorno, rememorar a quienes ya se han ido se con vierte en una herramienta para subsanar a quienes aún estamos aquí; la memoria es una aliada, aunque en ocasiones traiga las espinas del dolor, pero lo relevante es que el recordar nos permite, como dice su etimología: volver a pasar por el corazón.

No olvidar. Hablando tanto de escritoras y escritores, así como de obras en múltiples géneros y subgéneros, el abordaje de la muerte es un lugar común que nunca pierde vigencia y que dependerá de la habilidad de quien escribe para que se convierta en algo memorable; esto ya sea de forma fantástica o literal, filosófica o incluso en vertientes contemporáneas que no podemos ignorar porque existen más allá de los libros (como las muertes con violencia por el narcotráfico y otros crímenes, los feminicidios y los suicidios).

Ahora que en la plataforma de Netflix se va a estrenar una adaptación de “Pedro Páramo”, el célebre título de Juan Rulfo y de todo México, se recobra mucho de la referencia a ella; no es que lo necesite, la novela camina por sí sola y siempre es un deleite leer o releer, sin duda las perspectivas con la que la leemos pueden cambiar según la temporalidad o nuestra vivencias del día.

Pero este tipo de fenómenos que nos hacen traer de atrás a nuestros muertos (incluso a los literarios) es algo que se valora y nos recuerda que los vivos tenemos algo que nos hace mantenernos firmes: memoria y sentimientos.

Y es que tampoco podemos idealizar la muerte: duele, sobre todo para los vivos. Así como también la vida puede llegar a ser dolorosa y lo que muchos calificaríamos de injusta.

Como en “Hasta no verte, Jesús mío”, de Elena Poniatowska, que nos muestra a Josefina, mujer analfabeta y en condiciones de pobreza en el espacio de la hoy Ciudad de México. En uno de sus fragmentos, se reflejan algunas de las ideas aquí vertidas y que nos hacer fortalecer esta dualidad inevitable entre la vida y la muerte: “La muerte es como un sueño, no duele, no pesa, no tiene fondo. Es un vacío que se llena de recuerdos, de olores, de sabores. La muerte es un regreso a la infancia, a la inocencia, a la ignorancia. "La muerte es un olvido que nos hace recordar”.7

Es cierto que la protagonista llega a una tregua con el dolor porque, finalmente, éste siempre ha estado con ella. Pero también es algo que debemos procesar desde cualquier posición. Se habla de la vida y la muerte asignándoles en automático una referencia de felicidad y tristeza, respectivamente, pero no todas las vidas son felices ni todas las muertes estancan un dolor: ¿Qué lo hace diferente? El contexto, la individualidad, la eterna comunión entre nuestro entorno y nosotros mismos. A la vida le referimos más adjetivos que a la muerte, un destino al que todos llegaremos, por lo que nos queda será leer y recordar.

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