El Congreso Higiénico Pedagógico (y II)
El Poder de la Pluma.
Continuando con las acciones y disposiciones que deberían derivarse de los trabajos del Congreso Higiénico Pedagógico, los asistentes se enfocaron en cuestiones como: ¿Qué condiciones higiénicas indispensables debe llenar una casa destinada a establecimiento de instrucción primaria? ¿Cuál es el modelo del mobiliario escolar que, siendo económico, satisface mejor las exigencias de la higiene, y que por lo tanto debe preferirse? ¿Qué condición deben tener los libros y demás útiles para la instrucción a fin de que no alteren la salud de los niños? ¿Cuál es el método de enseñanza que da mejor instrucción a los niños sin comprometer su salud? ¿Cuál debe ser la distribución diaria de los trabajos escolares, según las diferentes edades de los educandos y qué ejercicios deben practicar para favorecer el desarrollo corporal? ¿Qué precauciones deben tomarse en estos establecimientos, para evitar entre los niños la transmisión de enfermedades contagiosas?
Como resultado del profundo y responsable análisis se detallaron las características de las escuelas y los modelos de enseñanza a emplear, la adecuada iluminación o limpieza de los establecimientos, la posesión de todos los instrumentos y recursos necesarios para mantener la salud de los alumnos; así como el tamaño y tipo de mesas de acuerdo con la talla de los alumnos, la altura de las ventanas que se construirían en el futuro. Llama la atención la especificidad en detalles como: para las labores escolares deben adoptarse las mesa-bancos de dos asientos con una longitud de 1.20 metros (60 centímetros para cada alumno) y la altura de 76 centímetros, apegándose a las diversas tallas, estableciendo que la distancia vertical entre la mesa y el banco corresponderá a un sexto de estatura, y a dos
séptimos la distancia entre el banco y el piso de la mesa-banco. Otra especificación se da en los libros para la enseñanza, debiéndose imprimir en papel blanco amarillento, sin lustre, con letras bien negras y uniformes en toda la impresión de manera que, mientras más pequeño sea el alumno, mayores deben ser los caracteres. El horario de clases se estableció con seis horas, cuatro en la mañana, de ocho a doce, y dos en la tarde de tres a cinco. La jornada matutina se distribuyó de la siguiente manera: educación de los sentidos, 25 minutos; lectura y escritura, 50 minutos; coros y ejercicios de marcha militar, 25 minutos; aritmética, 30 minutos; juegos al aire libre, 30
minutos; higiene, 15 minutos; moral, 15 minutos. Se prohibió estrictamente que los niños se introduzcan a la boca o a las narices los útiles de enseñanza o que se rasquen la cabeza con ellos, pues pudieran así convertirlos en agentes de contagio mediato.
Como se aprecia, las cuestiones higiénicas en la educación formal llevan unos 139 años de haber sido tratadas en nuestro país. Las resoluciones de este Congreso se convirtieron en punto de partida en dos congresos posteriores, el I Congreso Nacional de Instrucción Pública (1889-1890) y el II Congreso Nacional de Instrucción Pública (1890-1891). Fue muy destacado, en aquel tiempo el esfuerzo hecho para mejorar la educación de nuestros niños y jóvenes.