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Si aceptas una creencia limitante, se convertirá en una verdad para tu vida.- Louise Hay, escritora

Las creencias son un pensamiento y un sentimiento de certeza, un alto grado de convicción en algo. Van unidas a los valores de la persona; todos estamos guiados por ellas. Es importante revisar nuestras creencias porque son significativas en nuestra vida; nos llevan al fracaso o al éxito.

La mayor parte de las creencias que marcan nuestra vida fueron formadas en la niñez; nos influyen las creencias de otros; si no las cuestionamos es como si todavía creyéramos en los Reyes Magos. Hay quienes creen en deportistas o artistas como “superhéroes”, pero que son humanos y tan débiles como cualquiera.

Nuestras creencias generan emociones. La mente es creadora. Si crees que algo sucederá, es muy probable que suceda. De allá el dicho: “Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, es cierto”.

Muchas personas tienen creencias limitantes. No creen merecer que las quieran, que las amen o que sean capaces, importantes y dignas de respeto. Otras tienen creencias destructivas respecto a las relaciones interpersonales, no pueden confiar en otros, creen que serán abandonadas... por eso tienen miedo a enamorarse y piensan: “Ya no hay hombres o mujeres que valgan la pena”, etc.

Cuando etiquetamos a las personas, alas situaciones, nos predisponemos; hacemos juicios absolutos como:“Sólo los cobardes lloran”, “A las mujeres ni todo el amor, ni todo el dinero”,“Las sociedades siempre terminan mal”,etc.

Las supersticiones son creencias que forman muchas veces patrones de conducta y hay quienes creen, por ej., en que pasar bajo una escalera trae mala suerte.Otros creen en supuestas señales de carácter sobrenatural o religioso que llevan al fanatismo. Evaluar hechos objetivamente nos acerca a la realidad. Es mejor creer en uno mismo, conocerse y reconocer las propias cualidades, éxitos y experiencias tanto positivas como negativas.

Una creencia más es el conformismo que impide asumir nuevos retos y nos estanca en una zona de confort; se da porque las personas piensan que lo ya logrado es suficiente; trabajaron tanto en el pasado para gozar de una vida profesional y familiar exitosa, que ya no quieren emprender cosas nuevas. Dejan de innovar y renovarse. Caen en la trampa de la comodidad. La protección que da esa “pseudoseguridad” les evita tomar decisiones importantes eludiendo la renovación que es imprescindible para vivir mejor en todo sentido.

Todos anhelamos cierta seguridad para la vejez; la auténtica seguridad no viene del exterior, al afrontar desafíos y retos para conseguir nuevas metas, sino que proviene del interior. Hay que reconocer e incursionar en otros quehaceres que le den unnuevo sentido a la vida.

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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