¿Les habrá caído el veinte?

Por primera vez parece que los partidos se ponen de acuerdo ante las tragedias que asuelan a México.

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Hoy voy a hablar a favor de los partidos políticos, aunque no me guste hacerlo. Por vez primera parece que se ponen de acuerdo ante las tragedias que asuelan a México y deciden hacer algo por el lado que más les duele: el de los dineros. No importa si lo hacen por oportunismo, por un cálculo cicatero y en busca de renta electoral; póngale usted los adjetivos y los asteriscos que quiera. El hecho es que parecen decididos a aflojar los bolsillos y soltar parte de los millones que cada año (de grado o por fuerza) nos sangran (devolvernos, en realidad, poco de lo mucho que han recibido de nuestros bolsillos).

La decisión expresada por sus dirigentes –algunos bastante codos, como el del PRI que sólo ofrece 258 millones de lo que recibiría y otros, en el extremo opuesto, que llegan inclusive a decir que no deberían recibir nada que no sean cuotas de sus militantes- parece lo más sensato en estos momentos trágicos. Están ante una sociedad que ha dado muestras increíbles de generosidad y solidaridad y se verían muy mal si callan y gastan lo que “por ley” les toca de la tajada presupuestal.

Ya sé que se podría objetar que lo que puedan dar es una bicoca comparado con lo que se pierde en los recovecos de la corrupción y en la evasión de impuestos de los grandes ladrones de cuello blanco. Sé que asimismo habría que ajustar el cinturón de muchos que viven la dorada felicidad de ser burócratas de alto coturno (Dzereco dice alto pedorraje, pero yo no voy a fusilarle sus expresiones). Es la verdad más absoluta que en México billones de pesos se van por los canales de desagüe de una economía subterránea que los llevan a bolsillos de empresarios mafiosos y sus cómplices en el poder.

Pero la lección que nos da la sociedad –la gente de todos los niveles que llega al heroísmo y el desprendimiento total- es que algo bueno sale hasta de donde nunca pensamos que podría salir.

Ahora sí: si todo les funciona bien en un clima de austeridad extrema, los partidos y los gobiernos (y las “burocracias paralelas” endiosadas en el INE y sus satélites estatales) habrán demostrado que no se necesita derroche para hacer bien una elección democrática. Aquí, según creo, radica la máxima importancia del gesto de renunciar a un dinero que hace más falta en otros lados. Si da para dos casas, para mil o para millones, no es lo relevante: la elección que viene debe demostrar que no necesitamos derrochar para construir la democracia. ¿Me estoy viendo ingenuo?

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