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“Sólo haz lo correcto”, dice el sargento Brian Eisch a su hijo de 18 años, que comienza su vida en el Ejército, siguiendo el ejemplo de su padre, al final del documental “La familia del soldado”, realizado durante 10 años por Los New York Times. Más allá del patriotismo y las consecuencias de la guerra que pretende retratar, la frase sirve como hilo conductor para cualquier asunto, por cotidiano que sea, en el que tomar decisiones pueden ser determinantes y, en ocasiones, hasta cambiar nuestra vida.

Domingo Lapadula, profesor de la Universidad Católica de Panamá, afirma que “Hacer siempre lo correcto es una cualidad del ser humano. Como tal, en ocasiones, tal vez lo más apropiado para hacer lo correcto es reconocer nuestras limitaciones ”. Más aún, considera que “hacer siempre lo correcto” es el más importante de los valores, sin demeritar a ningún otro.

Los políticos siempre dan ejemplo de lo contrario, porque aunque digan que algo está bien, generalmente no es correcto, como la frase de AMLO: “Si hay que optar entre la ley y la justicia, no lo piensen mucho, decidan en favor de la justicia ”; sin embargo, “la justicia es el fin y la ley es el medio”. Otro ejemplo es la sección “Quién es quién en las mentiras”, donde se argumenta con descalificaciones o aseveraciones cantinflescas, como la semana pasada, cuando Ana García Vilchis, directora de Redes de la Vocería de la Presidencia, dijo: “No es falso, pero no es verdad ”, para referirse al índice de Estado de Derecho de la organización World Justice Project, que asegura que México es uno de los países con más corrupción.

De nuestro patio, la reciente denuncia de Ivonne Ortega contra su sucesor Rolando Zapata por la cancelación del hospital general de Ticul, ¡seis años después!, siembra dudas, porque si ese proceder está bien, debió hacer lo correcto oportunamente, parafraseando a los políticos, “en tiempo y forma”. Lo mismo podemos decir de quienes van de un partido a otro intentando justificarse, sin admitir que buscan posiciones de poder, lo cual está bien en el fondo, pero no es correcto en la forma, aunque siempre habrá argumentos que rebatan esta afirmación.

En las fuerzas armadas hacer lo correcto es un valor sine quanon de la vida militar y sus principales ejes rectores: la disciplina, la obediencia y el respeto a las jerarquías, de tal forma que hacer nadie debe (o debería) mandar lo incorrecto, ya que las leyes y reglamentos prevén sanciones tanto para quien dé una orden es ese sentido como para quien la ejecute. Y lo mismo debe valer para el ámbito civil.

Más allá de cuestiones laborales, hacer lo correcto debe ser una guía de vida, un valor que debemos inculcar en la familia, por intrascendente que sea un acto o decisión. Siempre recuerdo que mi hermano Javier me decía: “cada vez que iba a hacer algo que no era correcto, recordaba los consejos y la conducta de papá, y rectificaba yo el camino”. Lo mismo me ocurre.

Anexo "1"

Decisión casi fatal

 En relación con el tema, publiqué la siguiente anécdota en febrero de 2018:

Recuerdo que, en 1974, época de ciclones en el Pacífico, tras un mes de vigilancia en el mar patrimonial en la frontera de Chiapas con Guatemala, en el Guardacostas “Ignacio L. Vallarta” era yo parte de la tripulación de un centenar de marinos ; debíamos retornar a nuestra base en Acapulco, pero antes, repostar en Salina Cruz, Oaxaca.

El jefe de la Estación de Radio entregó al comandante, un Teniente de Navío, el reporte meteorológico que indica la cercanía de un ciclón; era preferible no arrumbar a Salina Cruz, pero pensó que podía ganarle a la naturaleza y tomó la decisión, sus motivos tenía, pero esa es otra historia.

Y vinieron las consecuencias. Al entrar al área de influencia del meteoro, el buque fue arrojado a varias millas de la costa y una noche las máquinas pararon; sin sistema de gobierno, el barco de casi 68 metros de eslora se mecía en el mar como cáscara de nuez y estuvo a punto de zozobrar.

¡Prepárense para abandonar el buque !, fue la orden que recibimos. Por fortuna, no ocurrió. Varios días después, casi sin víveres ni agua potable, avistamos de nuevo la costa adelante de Acapulco, en Papanoa.

El comandante estaba asustado, sabía que puso en peligro su barco ya su tripulación. No hubo consecuencias, pues terminó su ciclo de mando en esa unidad y culminó su carrera como almirante.

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