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La pre precampaña del partido oficialista ha comenzado, y con ello las “corcholatas” y sus agregados, Noroña y Velasco, recorrerán en dos meses el país para tratar de salir ganadores en la encuesta que a modo de elección se llevará a cabo. Quien gane el ejercicio será, a todas luces, Presidente de México 2024-2030.

Por eso me atrevo a asegurar que estamos ante una elección anticipada. Es obvio que Morena ganará las presidenciales del próximo año, sobre todo ante una oposición triste y derrotada que no se ha sobrepuesto de los comicios del 2018. La pregunta, entonces, es quién sucederá a López Obrador: ¿será cierto que Claudia Sheinbaum es la elegida del mandatario?, ¿o es que Ebrard podrá imponerse gracias a que la encuesta se abrió no sólo a simpatizantes, sino a la población en general?

Mucho de ilegal tiene, desde la perspectiva de quien escribe, este proceso de a ver quién es la “corcholata” más “corcholata” entre todas. Desde antes de que inicien los tiempos electorales, seis pre precandidatos recorren el país haciéndose promoción (en campaña, pues), escudándose en estar ante un proceso interno partidista. Mientras tanto, de lo único que se habla (para clara muestra esta columna) es de los apóstoles del cuatroteísmo y de quién sucederá eventualmente al líder moral del movimiento. Habrá que ver si en esta sucesión de Mahoma no hay también una división entre el oficialismo sobre quién es el digno sucesor e intérprete último del obradorismo.

No hay duda: este ejercicio interno será un reflejo de las elecciones presidenciales de 2024 en donde compiten, para fines prácticos, Morena contra Morena. Mucho de simbólico tiene que hasta la dinámica encuestadora sea llenar una boleta, elegir al candidato-no-candidato de su preferencia, y depositar el voto en una urna, mientras es vigilado por representantes “corcholatos”. La evocación al ejercicio electoral real es potente, y nos permite entender la lógica, no sólo partidista, sino social y mediática, de lo que posiblemente acontecerá en menos de 365 días.

Lástima que rechazaron debatir entre ellos, prefiriendo la unidad doctrinaria de las escrituras y los concilios ecuménicos, antes que el debate y la dialéctica que permita contrastar el proyecto oficialista con sus resultados. Marcelo Ebrard, Noroña y Monreal estaban de acuerdo en debatir, pero bastó con el rechazo de Sheinbaum –¿o fue temor?- para descartarlo. Fuera de ello (y no es que en los debates presidenciales haya realmente debate sustancial, como cuando alguien dijo que le iban a robar la cartera), estamos ante un escenario en el que la elección del presidente próximo se dará, de facto y ante los ojos de buena parte de la opinión pública, cuando se publiquen los resultados de la encuesta. Algo así como cuando un cierto viejo régimen, de esos que ya no existen, elegía desde palacio nacional a su sucesor.

En su momento, claro, habrá que analizar la metodología, fiabilidad, muestreo y demás cuestiones técnicas de la encuesta-elección. Eso queda para otra ocasión.

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