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La minificción es breve por naturaleza física, pero también lo es por la esencia que transmite. No se omiten palabras porque estorben, sino que la generación de estos universos narrativos requiere una estricta selección del léxico idóneo; si sobra algo de palabrería, solita se va. En estos días llegó a mis manos “La letra de bengala” (La tinta del silencio, 2019) de Fernando Sánchez Clelo, libro número 14 de la colección La nave insólita.

En este destello hay tres líneas: Ignición, que son vías lácteas que bajo un título se engloban diversas manifestaciones de ocurrencias retratadas tras la verbalización de su autor; Extinción, que es la fuerza de una fauna de letras que te muerden si te distraes en sus páginas; y Pavesa, un solitario ente que nos demuestra que el virus somos nosotros. Sánchez Clelo menciona en su presentación que su intención era lúdica, acrobática y multimodal respecto a hacer malabares con palabras, imágenes y metáforas que le llegaron a cuentagotas.

Y se vive como las pulgas saltarinas en las que el lector se convierte. En “Electrizantes”, por ejemplo, sentencia: “Heráclito lo hubiera dicho: una persona no toca dos veces la misma corriente eléctrica”, donde más allá de reconocer lo heraclitano también asumimos con timidez que algunos acabamos electrocutados.

Cuando pareciera que el texto habla de otro y no de uno mismo, en “Renglones III” menciona: “Hoy fue uno de esos días en que sentí el alma en el cuerpo como una piedra en el zapato”, lo cual puede sentirse por todo: desde las sensaciones térmicas de más de 50° que vivimos en Yucatán, por ejemplo, o en lo más recóndito de nuestras emociones. Por su parte, en “Floral” una de las gotitas hechas minificción declara: “Las espinas de las rosas son peldaños para subir y tocar los pétalos suaves, rojísimos, palpitantes”, por lo que pisamos ese terreno peligroso de los caminos no lineales, si acaso no correspondidos, o los cuales resultan confusos.

Y, aunque podría citar el libro entero, eso es algo que les atañe a los lectores, por lo que me refiero finalmente a “Felinos”, en donde el tercer zarpazo pincela: “La pantera tiene movimientos sutiles y sensuales. Le dan un sex-appeal a esta hembra felina que hace olvidar sus largos bigotes”, quizá en este momento sólo queda gruñir.

Mis interpretaciones son eso: mías; pero lo sutil de la minificción es cómo el autor te da la pauta y eres tú quien asocias ideas, experiencias y lecturas propias. En “La letra de bengala” nos hallamos frente a las ocurrencias cotidianas y al Aleph de la imaginación, al circo de emociones, a la vista panorámica de su autor, a lo que nos compete como seres humanos que compartimos más de lo que creemos. Damos saltitos entre las minificciones, nos identificamos y también nos hacemos sordos ante algunas de ellas. Leerlas es un ejercicio lúcido, pero también metafórico, es decir, Sánchez Clelo cumple cabalmente con su intención inicial. Entre líneas, quizá nosotros estamos atrapados también en estos escritos.

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