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Nuestros “ilustres” legisladores otra vez dieron la nota el pasado miércoles cuando, en el inicio de un nuevo periodo de sesiones del Congreso, se impidió la entrada al salón de sesiones de la Cámara de Diputados a la Escolta del Ejército, con el argumento de que portaban armas largas “de grueso calibre”, lo que generó, una vez más, un enfrentamiento entre la oposición y el partido en el poder. Para el cambio de protocolo, el Presidente de la Cámara invocó artículos de la Constitución y de la Ley Orgánica del Congreso. Finalmente, cantaron el Himno Nacional en medio de descalificaciones, se efectuaron los honores a la Bandera y, como es habitual, se suspendió la sesión de ese día; fue otro más de asueto para los representantes del pueblo. ¡Vaya!

Además de pretender dar lecciones de civismo –eso deberían hacer con su conducta en el recinto legislativo–, mostraron ignorancia acerca del Ceremonial Militar y la ley sobre el escudo y los símbolos patrios. Si bien el artículo 25 del Reglamento de la Cámara de Diputados establece: “En el recinto estará estrictamente prohibida la entrada a toda persona armada. En caso de que alguien transgreda esta prohibición, el presidente hará que abandone el recinto por los medios que estime convenientes y lo pondrá a disposición de las autoridades competentes”, los soldados de la escolta portaban su arma individual custodiando una bandera de guerra, para una ceremonia civil donde se rendirían honores al lábaro patrio.

Más allá de leyes, reglamentos y normas, exhibieron falta de criterio para resolver un asunto de forma y no de fondo. Nada hubiera pasado si la escolta hubiese entrado al salón de sesiones para los honores de ordenanza, pero seguramente también habría sido motivo de choque entre los pugilistas diputados. Finalmente se hicieron los honores afuera del salón, que también es parte del recinto legislativo, luego entonces se infringió el reglamento citado arriba.

El Ejecutivo (cuyo pecho “no es bodega”) no desperdició la oportunidad para entrarle al tema y dijo que Santiago Creeel se “envolvió en la Bandera” – sus correligionarios han hecho más que eso y nunca dice nada–, y que la Sedena emitiría un informe asegurando que la portación de armas durante el evento obedece al cumplimiento de un protocolo, lo que hizo esta dependencia dándole la razón al Presidente de la Cámara.

Lo cierto es que cotidianamente se transgrede la ley que regula el uso de los símbolos patrios: un boxeador portando una bata con los colores de la Bandera y el Escudo Nacional sube al ring con música de banda o mariachi y alguien de su esquina ondea el lábaro patrio; un atleta gana una competencia y da la vuelta al estadio con la enseña nacional como capa; un músico de un conjunto norteño toca un acordeón que tiene los colores patrios… y el Escudo Nacional. Todas estas conductas se soslayan y hasta se aplauden, como gestos patriotas, esencia del mexicano.

Sin embargo, las leyes y reglamentos al respecto son “letra muerta”, salvo cuando, como en el asunto de la escolta en San Lázaro, se esgrimen para volverse “politiquería”.

Anexo “1”

Y una de “soldaditos”

Sobre este tema, hemos comentado la siguiente anécdota: Durante el desfile del 16 de septiembre de 2007, en el palco presidencial aparecieron los hijos del entonces presidente Felipe Calderón vestidos como militares, insignias incluidas, lo cual molestó a la fracción del PRD en la Cámara de Diputados, que propuso un punto de acuerdo para exhortar al mandatario “a no llevar la militarización del país a su entorno familiar”.

El diputado José Alfonso Suárez del Real dijo entonces: “Reconocemos el fomento, en sus hijos, de una educación fincada en los valores y símbolos patrios, pero ello no le autoriza a exhibirlos con uniforme militar en el más relevante acto cívico que conmemora la Independencia de México”.

Consultado al respecto, el entonces secretario de la Comisión de Defensa Nacional, general Roberto Vadillo Martínez, consideró que Calderón sólo cumplió con un anhelo como el que tienen otros niños que desean vestirse no sólo como soldados, sino como policías o bomberos.

–El problema no es ese General, sino que los niños Calderón utilizaron insignias...

–¡Pero si las insignias se compran en cualquier lado! ¿No se acuerda que Juan Garrison y Agallón Mafafas traían insignias? También se ponían estrellas con corcholatas, así que yo no veo ningún problema.

Así la trivialidad.

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