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El año pasado volví a tener comunicación (¡bendito Internet!, dijera AMLO) con un compañero de la primaria, que cursamos en la Ciudad de México. Hemos hablado un par de ocasiones, Juan Manuel Estrada Medina y yo, recordando aquellos años en nuestra querida escuela “La Prensa”, de la colonia Vallejo.

La ciaboga en la memoria nos ha llevado a revivir los lunes de homenaje a la bandera en el patio frente al busto de Miguel Hidalgo, y los recreos corriendo en los pasillos frente a personajes históricos pintados en los muros de nuestros salones: Morelos, Carranza, la Corregidora, etc. Ahí comenzaron nuestras clases de historia y el conocimiento de las efemérides de nuestra patria.

¿Cómo se fue perdiendo eso?, me pregunto. Porque ahora, como dice el presidente, pocos recuerdan qué se conmemora tal o cual día considerado feriado, que solo nos importan porque pagan doble o nos dan descanso. Y no solo estudiantes, también gente mayor y, por supuesto, funcionarios. No creo que eliminando los puentes, como se sugiere, motive u obligue a recordar hechos históricos relevantes, eso se enseña en la escuela y se aprende desde casa.

Una definición de las efemérides dice que “representan una serie de hechos histórica y culturalmente significativos en la construcción de nuestra identidad nacional, y el reconocimiento de figuras que tuvieron un papel preponderante en su desarrollo”.

Sin duda, en la enseñanza de la historia (mi materia favorita), el concepto del tiempo es fundamental y los niños y jóvenes necesitan aprender a situarse en él para aprenderla. Si bien esta noción es difícil de adquirir hasta los 12 años, con una efeméride pueden “vivir” un ejemplo concreto de la historia y entender y comparar ciertos hechos o circunstancias de una época con otra. Hasta hace algunos años en que impartí esta materia en preparatoria, recuerdo que muchos alumnos no podían identificar personajes tan conocidos como Zapata o Villa.

Debe ser, entonces, un gusto conocer la historia, y una forma que se me ocurre es hacerlo en la “Historia en Cápsulas” que diariamente nos comparte el decano periodista Martiniano Alcocer, nuestro jefe en la página editorial de este periódico, que cumplen el dicho: si lo bueno es breve, doblemente bueno.

Esas lecciones comprimidas me remiten a los almanaques (hoy casi en desuso) que también eran fuente de historia, y entre ellos el Calendario Galván, que se ostenta como el más antiguo de México. Leo que Mariano Galván Rivera, lanzó el primer ejemplar en 1826, a un precio accesible, que muchos lo compraban aún sin saber leer, porque en las plazas se leía en voz alta. Galván aprovechó esto e incluyó en su calendario efemérides, datos sobre descubrimientos científicos importantes e incluso las noticias más relevantes del año anterior, para que su publicación no quedara como simple recuento de los días, sino que sirviera incluso como material educativo.

Por cierto, hoy es el Día del Amor y la Amistad, ¿sabe usted el origen y por qué no es día feriado?

Anexo “1”

Lecciones en la Marina

En una ocasión, cursando la carrera de Periodismo, se nos encargó un ensayo sobre el porqué considerábamos importante rendir homenaje a los héroes. En mi trabajo comenté, entre otras cosas, que los héroes eran para nuestra patria lo que los santos para la Iglesia; es decir, hombres y mujeres que destacaron por sus valores, liderazgo, sacrificio o porque asumieron decisiones que marcaron un hito en la historia y dieron rumbo a sus pueblos.

Hay muchas formas de conocer y aprender la historia. Por ejemplo, las ciudades, pueblos y calles con nombres de personajes; los monumentos, edificios o plazas. En la Marina, en el siglo pasado los guardacostas tenían nombres como: Leandro Valle, Mariano Escobedo, Manuel Doblado, Guillermo Prieto, Juan N. Álvarez, Ponciano Arriaga, y los buques patrulla ostentaban los de Andrés Quintana Roo, Manuel Crescencio Rejón, Leona Vicario, Heriberto Jara, Ignacio López Rayón, Matías de Córdova, Josefa Ortiz de Domínguez, Luis Manuel Rojas, etc. Fue, también, una forma de conocer la historia.

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