El lenguaje de la inquietud en Myriam Moscona
Aída López: El lenguaje de la inquietud en Myriam Moscona
EQUÉCRATES -¿Estuviste tú mismo, Fedón, junto a Sócrates el día aquel en que bebió el veneno en la cárcel, o se lo has oído contar a otro?
FEDÓN –Yo mismo estuve allí, Equécrates.
EQUÉCRATES -¿Qué es, entonces, lo que dijo el hombre antes de su muerte? ¿Y cómo murió? Que me gustaría escuchártelo.
"La muerte de la lengua inglesa” (Almadía, 2021) es el reciente poemario de la escritora Myriam Moscona, aborda los últimos momentos de vida de 27 escritores ingleses que la perdieron de distintas maneras y en los lugares menos sospechados.
El libro coeditado con la UNAM es resultado de la pandemia y el interés de la autora por hablar de la muerte, vida y obra de escritores que continuamos leyendo ya sea en su lengua original o traducida.
¿Qué tendría que pasar para que una lengua como la inglesa muriera? Es una pregunta que nos lleva a reflexionar acerca de la importancia de la literatura para preservar un idioma, sinónimo de cultura.
Myriam en los poemas libera el lenguaje de la gramática, no queda reducido al enunciado, sino como un advenimiento lúdico donde las ideas y los sonidos se fusionan para ofrecernos textos y contextos ingeniosos sin abandonar la veracidad de los datos.
Aunado a lo anterior intercala la “Anatomía clínica de la lengua inglesa”, adjetivos en triadas van atravesando la obra. Concluyo que ante tal cantidad de calificativos la lengua imperial será eterna:“bifronte, jazzeada, gomosa, deslizante, variopinta, socarrona, distinguida, hechicera, dublinesa, la muy muy, salivosa, distinguida, fina, insular, sobria, rítmica, fotogénica, sofista, colonial, fifí,…”, son algunos.
El libro incluye los dibujos de Eduardo Magallanes: Mark Twain, Anne Sexton, Leonard Cohen, Agatha Christie, Elizabeth Bishop, Hart Crane, Ezra Pound, entre otros.
En las notas finales Myriam cuenta particularidades de algunos poetas como el de Jenny Joseph, quien fue conocida en los años sesenta por un único poema a la vejez: “Warning”, popularizado a través de fotocopias; se lo aprendían de memoria sin conocer a su autora, cuenta.
La cadencia y armonía se advierte en el poema: “Hemingway: En bata de emperador”, el escritor “hablaba consigo mismo/ como ciertos hombres loonies/ barny dippy dopey/ jerky sappy wacky/ “te quiero muchísimo –farfullaba-/pero acabaré contigo/ antes de que termine el día/…”, “matar a myself no es pecado”.
“La soledad del lector” de David Markson, es lectura referencial para cuestionar las verdaderas intenciones de Sylvia Plath a la hora de suicidarse y de la incineración del cuerpo de “Percy B. Shelley: Naufragio en el velero Don Juan”, cuyo final linda el humor macabro.
Los poemas inquietan, provocan, percibimos los murmullos de las voces que se mueven por medio de la palabra de Myriam, médium que nos traduce las intenciones, los pensamientos de seres atribulados en ese preciso instante que abandonan el plano existencial.
Oye a los muertos en su escandalosa inmortalidad, en ese afán que tuvieron de trascender por medio del golpeteo de las letras, de lo que quisieron que escuchemos para no olvidarlos.