Las heridas de la infancia
Columna de Aída López: Las heridas de la infancia
Una de las etapas más vulnerable de la vida, es la niñez. La falta de herramientas para valerse por sí mismos los deja en total indefensión.
No todos los niños abandonados llegan a ser adultos famosos o a destacar. Sin embargo, hay casos esperanzadores de niños que a pesar de que no tuvieron a sus padres, ahora admiramos por su obra. Uno de ellos es el inglés Charles Dickens (1812-1870), conocido por “Cuento de Navidad”, quien a los diez años estuvo viviendo en un albergue después de que a su padre lo encarcelaron por deudas y a los doce comenzó a trabajar para mantenerse y ayudar a su familia.
Su formación fue tardía y autodidacta. Otro escritor que ni siquiera lleva el apellido de sus padres, pero que es un referente en la Literatura es el estadounidense Edgar Allan Poe (1809-1849), conocido por el poema “El Cuervo”, quien al quedar huérfano fue recogido por una familia que le dio su apellido y educación.
Caso similar es el del mexicano Juan Rulfo (1917-1986), cuya novela “Pedro Páramo” ha sido traducida a prácticamente a todos los idiomas. Después de que asesinan a su padre, su madre muere y vive un tiempo con su abuela, termina en un orfanato.
El francés Arthur Rimbaud (1854-1891), autor de “Una Temporada en el Infierno”, y el argentino Julio Cortázar (1914-1984), escritor de “Rayuela”, fueron abandonados por sus padres con quienes nunca volvieron a tener contacto desde su primera infancia, quedado al cuidado de sus madres. Si bien las biografías de estos personajes de la Literatura no mencionan si padecieron el Síndrome del Niño Abandonado, con toda seguridad sintieron inadaptación, miedo, tristeza, soledad y baja autoestima que sublimaron a través de su escritura.
Ojalá todos los niños que viven situaciones difíciles pudieran tener un futuro exitoso, sin embargo, la realidad es distinta. En México, según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), existen más de un millón seiscientos mil niños que están sin sus padres, cuyas causas van desde la muerte, encarcelamiento, desaparición, migración o simplemente abandono. De acuerdo a este organismo, México ocupa el segundo lugar en América Latina de niños huérfanos, sólo detrás de Brasil.
A esto se suman los más de los tres millones de niños que tienen que trabajar desde temprana edad y dejan de ir a la escuela exponiéndose a la explotación, prostitución, discriminación, secuestro, violación y homicidio. En México, el trabajo infantil no es considerado maltrato, lo que ocasiona que los menores desarrollen actividades en el campo, en construcciones, minas y cantinas, ocupaciones no permitidas por peligrosas, donde se comprometen su seguridad física, emocional y psicológica.
El turismo sexual es una deuda con la niñez indígena, la cual es blanco de los extranjeros con la anuencia de los padres por una remuneración económica. El Día del Niño es un recordatorio de lo mucho que falta por hacer.