La llegada de los existencialistas a México
Rodrigo Ordoñez Sosa: La llegada de los existencialistas a México
Cuando la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin, no sólo costó millones de vidas y dejó incontables daños materiales, miles de heridos y problemas políticos que apenas lograron resolverse, sino también representó un cambio en la manera de concebirnos como personas. Este proceso que deshumanizó a los que combatieron, también se extendió a los espectadores del conflicto armado al mirar ese camino de muerte, cuya única finalidad era extender las fronteras políticas bajo una idea de superioridad racial como derecho divino.
En ese panorama, los escritores-filósofos JeanPaul Sartre, Albert Camus y Simone de Beauvoir obtuvieron gran reconocimiento por su tesis filosófica conocida como existencialismo, contenida en sus libros El Ser y la Nada de Sartre, El Mito de Sísifo de Camus y La Mujer Rota de Beauvoir. La idea central de esta literatura, a modo de síntesis, era que consideraban al ser humano una pasión inútil, que rebosaba de desencanto y pesimismo, comprensible después de la exposición de los horrores en los campos nazis, el fascismo y la bomba atómica, además que las ciudades que fueron campo de batalla estaban en proceso de reconstrucción, miles de civiles desplazados y la hambruna azotando lo que antes eran urbes capitales conocidas por su arte y modernidad. Así, la gran pregunta era qué significa el ser humano cuando sólo era útil para la destrucción, la barbarie y dar muerte a sus semejantes por unas cuantas monedas.
En los años cincuenta esta corriente representaba el sentimiento colectivo del mundo, que aún tenía la resaca de la guerra mundial, avanzando en el gusto de los jóvenes de la época, impregnando no sólo el estilo de vida, con las representativas ropas negras, barba y bigote. Este auge se debió más que nada a la sencillez de la narrativa, ese atmosfera oscura e inquietante, como en La Nausea de Sartre que representó la metáfora de lo que sentía la sociedad, esa extraña sensación que algo estaba tan mal y que no podíamos identificar, ya que la provocaba, ya era un estado vital permanente.
A principios de los años cincuenta, también llegó a México esta corriente filosófica, que primero tuvo mucho auge en Francia y de ahí se extendió internacionalmente, que fue representada y aunque hubo varios escritores, los distintivos fueron Jorge Portilla, Luis Villoro y Leopoldo Zea, quienes formaron el grupo Hiperión para abordar como colectivo el tema del ser del mexicano.
Cuando esta corriente de pensamiento bajó de la “alta cultura” a los jóvenes que estaban en las calles, por ahí de los años sesenta, el matiz era diferente, porque no se trató ya de intentar formular libros o elevados estudios seudo filosóficos, sino de una manera de vida que derivaría lentamente en una forma de contracultura. En los cientos de cafés que empezaron a proliferar, se convirtió el existencialismo en una forma de vida, una respuesta ante la incertidumbre de la vida y la ausencia de esperanza porque el régimen político de la época controlaba cada aspecto de su vida.