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Como muchos de mis lectores saben, Fernando Ojeda Llanes, mi abuelo, es una persona fundamental en mi vida, un modelo y guía del cual intento aprender todo lo posible día con día. Es una persona que admiro por su gran inteligencia, su forma de tomar decisiones, su experiencia en diversos aspectos, sus aciertos, e incluso sus errores que le sirvieron para fortalecerse. A finales del año, mi abuelo enfermó, mucha tos.

Le di algunos medicamentos y empezó a sentirse mejor, de hecho pasamos Navidad en familia y afirmó prácticamente sentirse bien a excepción de una situación emocional muy fuerte tras el reciente fallecimiento de su hermano Luis.

El 27 de diciembre recibí una llamada suya diciendo que se sentía mal, una pequeña agitación y opresión en el pecho, así que le sugerí vernos, por lo cual acudió a la Clínica de Mérida y, tras revisarlo, me percaté que tenía neumonía y decidí ingresarlo. Sus resultados de laboratorio fueron desgarradores, tenía una neumonía por Covid-19, Streptococcus, Klebsiella, Pseudomonas y Acinetobacter. Estas dos últimas bacterias son altamente mortales, tanto así, que en el área hospitalaria apodamos a la última como “asesino-bacter”.

Para que mi abuelo sobreviviera necesitábamos dos cosas: la ayuda de Dios y un excelente grupo de médicos, los cuales por suerte y, sin duda alguna, se encontraban en este prestigioso hospital. El equipo se conformó por el Dr. Rafael Ancona, médico internista e intensivista; el Dr. Raúl Bracamonte, con la especialidad de neumología, y el Dr. Pedro Gorocica, quien es cardiólogo intervencionista.

Este equipo luchó de la mejor manera contra los patógenos y comorbilidades que mi abuelo tenía, el cual, además, se complicó durante su estancia con un hongo llamado Cándida que el equipo médico con su experiencia erradicó en unos cuantos días. Estos doctores salvaron la vida de mi abuelo, quien salió de alta tras diez días en el hospital, claro, con algunos medicamentos para continuar, pero listo para que se le colocara un nuevo marcapasos, lo cual se hizo unas semanas después de su egreso, ya que durante su estancia hospitalaria el equipo médico que siempre estuvo en comunicación descubrió algunas situaciones anteriores de salud que necesitaban ser atendidas.

Justo por ello también se unió al equipo el Dr. José Luis Flores, un eminente urólogo. El trato y atención que le dieron a mi abuelo fue maravilloso, tanto el de los doctores como el del personal de enfermería. Sobre la salud de mi abuelo les cuento que él está de nuevo trabajando, con muchísima actitud y muy alegre, pues dice que tuvo que ser obra de Dios el tener que estar grave en el hospital para que excelentes profesionales le detectaran otros padecimientos que tenía ocultos y que pudieron resolverse.

Incluso hemos pensado “qué bueno que se enfermó”, pero más bueno que tuvo el cuidado de estos cuatro expertos a los cuales recomiendo ampliamente y agradezco con toda el alma.

Finalizando, quiero agradecer también al Dr. Juan Carlos Navarrete, director del hospital, por todas sus atenciones y felicitarlo por la maravillosa plantilla de mis colegas médicos que tiene el nosocomio, y por la calidad que, sin duda, presenta la Clínica de Mérida.

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