|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

“No eres tú, soy yo”, es una frase común para terminar una relación, pero hoy le daré una connotación diferente para contarles sobre un tema demasiado común de terapia: la persona que no cambia. Todos podemos cambiar, tanto para bien como para mal, así como podemos también decidir quedarnos estáticos en el mismo lugar.

Ocurre que mucha gente acude a psicoterapia obligado por algún familiar quien piensa que, el consultante, requiere cambiar algo de su vida para ser mejor. Lo anterior me pasa con frecuencia con madres que mandan a su hijo adolescente con el deseo de cambiar algunas de sus acciones.

También ocurre con esposos o esposas que envían a su pareja “para que cambie”. Lo más curioso es que, en la mayoría de estos casos, sino es que todos, el consultante sí cambia radicalmente tras unas sesiones de psicoterapia, pero no cambia muchas veces en las situaciones o acciones que la persona que lo mandó realmente quería que lo hiciera.

Claro, el paciente mejora, se vuelve más independiente, pleno, alcanza su potencial, se desarrolla, pero aún así, la persona que lo envió a terapia llega enojada o enojado diciendo que su familiar no tiene mejora, sigue igual o ha empeorado.

Cuando ocurre lo anterior me retuerzo por dentro, pues en realidad, quien también necesitaría ir a terapia, es quien mandó al paciente. En otras palabras, el problema no estaba en el consultante atendido, sino en su familiar, así que por supuesto aplica la frase: “no eres tú, soy yo”.

Soy yo él o la que no acepta que al no sentirme cómodo con tu forma de ser quiero que cambies sin fijarme que realmente quien está cerrado o cerrada con un bloqueo a la mejora de nuestra relación soy yo.

Soy yo quien quiere a toda costa que cambies aunque te cueste trabajo, sin darme cuenta que yo también podría ser quien cambie, pero estoy tan a gusto que no quiero hacerlo y es para mí mejor que tú lo hagas.

Soy yo quien proyecto mis defectos en ti, soy quien también necesita terapia, pero no soy capaz de aceptarlo. Soy yo por quien te va a costar trabajo mejorar, pues puedo actuar más como un bloqueo que un beneficio.

Soy yo quien también necesita cambiar. El otro día vi un video donde se decía: si te molesta que tu esposo deje sus tacones en el piso, inclínate y recógelos.

Te va a salir más barato hacer las cosas por ti misma sin quejarte que armar una pelea que quizá dure semanas.

Un ejemplo burdo, pero real, pues resulta más sencillo mirar el defecto del otro que responsabilizarnos de nuestras emociones pues, al final, a quien le molestan las cosas es nosotros, no a la otra persona.

Lo más leído

skeleton





skeleton