Cuando toca descansar

Columna de David R. Ojeda Correa: Cuando toca descansar

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Todos los seres vivos tenemos algo en común, el instinto de supervivencia, queremos a toda costa evitar la muerte, si es que no tenemos algún trastorno depresivo. Mirando el mundo nos damos cuenta de la gran probabilidad de morir que tenemos a diario.

Me sorprendo de la cantidad de veces que paso a chocar mientras conduzco por imprudencias mías, de otros o simplemente por no prestar toda mi atención. Aún así aquí sigo, aquí sigues. Quizá se trata de una ayuda de Dios, quiero creer, aunque otros dirán que es buena suerte. Una vez un paciente me preguntó si para mí, como médico, la muerte es una enemiga, le respondí que no, que la muerte, como concepto, es una aliada que nos permite un chance más.

Los médicos sabemos que la muerte es parte de la vida y que cuando llega, ni aunque te quites, ni aunque hagamos todo lo médicamente posible. Justo hace unos días atendí a un paciente que con un grupo de médicos sacamos adelante tras tener cáncer de próstata, diabetes, un infarto cerebral e insuficiencia renal; este señor vivía como si nada, siguió su vida, pero decidió ir a comprar un helado y, tras bajarse del auto murió atropellado.

El día de hoy escribo sobre la muerte, lo único seguro que tenemos en la vida. No lo hago con mirada pesimista puesto que sé que no es el final. Hablo de la muerte, pues hay personas que la ven muy de cerca y le temen. Justa razón tienen, ya que no sabremos qué se siente hasta que lo vivamos. Se ha hablado mucho de la eutanasia para esas personas que ya no desean vivir, situación que desde mi mirada no es más que un suicidio indoloro o asistido.

Por otro lado, existen las voluntades anticipadas, propuesta que grupos católicos lucharon porque se obtenga en donde se le confiere el derecho a las personas de elegir no ser tratadas o de escoger su tratamiento cuando se tiene una enfermedad terminal.

En pocas palabras, la autonomía y el libre albedrío. No importa si te encuentras o no en una situación difícil de salud, si eres joven o ya andas en la tercera velocidad, es indispensable hablar con la familia sobre las decisiones de nuestras vidas, y ¡claro!, pueden cambiar con el tiempo, pero en lo que eso ocurre es necesario hacerles saber que decidir por ti si un día no puedes hacerlo, decisiones importantes como: si autorizas que se te den tratamientos que puedan prolongar un sufrimiento, si deseas que te hagan reanimación cardiopulmonar si tienes un paro cardiaco, si aceptas ser intubado en caso necesario o si deseas donar tus órganos si te accidentas.

Se cree que hablar de la muerte es un mal presagio, no es así, es hablar de una realidad futura, donde es justo que las personas que nos aman sepan qué decisiones tomar. Es muy difícil ver a las familias discutir cuando los médicos en urgencias hacemos la difícil pregunta: ¿lo intubamos?, ¿le damos RCP?, ¿qué desea que hagamos? Cuando no hablamos, los demás no nos conocen, cuando no lo hacen toman decisiones desesperadas y, entonces, pueden cargar con una culpa que no merecen. Por favor, hable con su familia sobre sus decisiones para cuando llegue la hora… la hora de descansar.

Lo más leído

skeleton





skeleton