Me perdono y resucito
Columna de David R. Ojeda Correa: Me perdono y resucito
Me he perdonado porque sé lo que valgo, porque comprendo que la vida no es fácil ni marcada como un destino. Es un andar dentro del mar, donde no hay caminos trazados, sino las estelas que vas dejando que con los instantes se van borrando.
Vaya que sí, la vida es como un mar, tan grande, con un horizonte que se ve lejano, pero que en realidad es alcanzable. Con momentos que tienen oleajes poderosos capaces de hacer que nos hundamos, casi ahogarnos. Momentos donde sentimos el agua hasta el cuello, pero también donde salimos a flote a disfrutar la calma, la brisa y el sonido del aire, el agua y las gaviotas que nos recuerdan que ahí está la vida.
Para andar en el mar no es necesario de un bote, pero sí de saber nadar. Para nadar hay que aprender y solamente se logra haciéndolo, tirándose a las profundidades oscuras, esas que atemorizan la mente, tragando un poco de agua, sintiéndonos ahogados.
De hecho, cuando alguien está a punto de morir ahogado lucha, trata de nadar, trata de sacar sus impulsos para sobrevivir y así muchos lo han logrado.
De la misma manera pasa en la vida donde puedo sentir que me hundo, pero con unas pataletas puedo volver a la superficie. Así que sí, se puede salir y, por ello, me perdono, lo lamento por cada vez que pensé que no había salida, por cada vez que creí que la noche llegaba y la luz no volvería a salir dentro de un precipicio de aparente soledad.
Siempre sale y depende de nosotros, como ya lo he dicho una y otra vez, con nuestros actos marcamos el camino, no está trazado dentro de una vida que no tiene sentido, si no es que nosotros se lo ponemos. Este es un domingo de vida, de resurrección y no sólo desde una visión religiosa, ya que todos estamos invitados a vivir, a saber y comprender que nuestra existencia vale la pena, que merecemos siempre una oportunidad y otra y luego otra más.
Es un día de entender que no necesitamos vivir por otros sino por uno mismo, que no necesitamos del perdón de los demás sino del que nosotros nos damos al percatarnos de lo grande que se viene después de la tormenta. Es un día de vida, un día de perdón, de un perdón a uno mismo que muchas veces quiere darse por vencido, pero que crece y se supera cuando levantamos la cabeza.
Hoy es el mejor día para replantear tus estrategias, para recordar tus sueños para expresar tus emociones, gritos que alguien escuchará y si no, al menos tú lo habrás hecho y al oírte se suele encontrar valor, el valor de tu vida, el valor que tienes, la fortaleza de no rendirse. Y, si aún así necesitas que alguien te perdone, yo lo hago, porque sé que lo que hacemos no es queriendo causar un daño, que a veces las cosas pasan sin querer que ocurran, que no queríamos dañar a nadie y mucho menos a nosotros.
Te perdono porque sé que no eres un peso para los demás porqué también comprendo que siempre hay una segunda oportunidad para todos y que tu vida vale la pena, que puedes emerger del fondo del agua, que puedes revivir a esa parte brillante dentro de ti, hoy, en el día de perdón, en el día de resurrección, en este día de vida.