Se está yendo

Columna de David R. Ojeda Correa: Se está yendo

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Mi perrita se está yendo, o al menos eso parece. Se va hacia un lugar que no conozco y eso me llena de impotencia, quisiera saber que me entiende, quisiera entender sus ladridos, pero solamente me permite ver la ternura en su mirada que lucha por parecer sana para que yo no sufra más.

Al final a nadie se le entiende, ladre, hable o cante, pues no hay poder capaz de ponernos en zapato ajeno.

Lo más cercano es la comprensión, que viene de la empatía que no es más que imaginar lo que el otro siente por medio de lo que hemos previamente sentido.

Aún es una luchadora, se mantiene de pie, intenta comer, pero a diario baja más y más de peso, está a los huesos sin músculos, pero no los necesita para ser fuerte y llena de amor. Se le han hecho estudios, uno que otro más de lo que sería necesario, que no se quede en la mente que no se intentó, pero así es la vida, a veces se sabe la causa o a veces no, sus ojitos hablan, pero su boca no.

“Es como un niño” me han dicho, no pueden expresarse, pero claro que lo hace, puedes saber con sus orejas y facciones lo que te dice, cómo te ama y cómo te agradece. Deberíamos de ser como los perros, cargados de tanta fidelidad.

No importa que los regañes o incluso los hagas dormir en el patio, te reciben con alegría cuando llegas a casa, eres su emoción más grande, su felicidad más sincera. Deberíamos de ser como ellos que a cualquier costo te protegen, incluso de los más grandes. Nunca se sienten vulnerables, tan así que el pequeño chihuahua es el primero en salir a la calle a ladrarle al desconocido aunque ni un daño le pueda hacer.

Deberíamos de ser como los perros que en silencio viven su dolor intentándote no mortificar. Mi perrita se está yendo y ese dolor es intolerable, ese dolor es mío y de nadie más y aunque no lo soporto sé que tengo que aguantarlo haciendo frente a lo único seguro que tengo en la vida, la muerte, el culmen de todo aquello por lo que luchamos.

Ella ya cumplió su cometido, ella vino a dar todo su amor y aunque veo que se está yendo aún tengo el deseo de que se vaya a recuperar, de que nos pueda dar más de su amor pues, mientras haya vida no todo está perdido aunque tengas una enfermedad que parezca que no se va a curar.

Algunas personas prefieren resignarse, otras encerrarse y ponerse a llorar. Yo prefiero aceptarlo, un día todos nos vamos a ir, pero en lo que llega luchemos, pues a la guerra no se va a esperar la muerte, sino a tomar el fusil y soñar con vencer.

Soñar no cuesta nada, pedir un milagro tampoco, siempre y cuando sepamos que así como se puede obtener una positiva respuesta, es siempre más probable que no la haya. Hoy, no contemplo su muerte, aunque me duele lo que está viviendo.

Pues me corresponde vivir el momento, disfrutar que aún la tengo mientras recuerdo el pasado y saboreo el deseo de que no se vaya a ir. Y si se va, como ya muchos se han ido por una misma causa, me quedará entonces sonreírle a las nubes en donde saltando estará esperando a que pronto llegue con ella para que me reciba como cuando llego a casa.

Mucha fuerza si te encuentras en lucha, en una animal o una humana, ten mucha fuerza, mucha fuerza.

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