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El ser humano es un cúmulo de emociones andante y repleto de energía, tal y como dirían los seguidores de la corriente Humanista de la Psicología, o llenos de pulsiones como dirían quienes siguen al Psicoanálisis. Dentro de estas emociones se encuentra el odio, el cual todos conocemos
y nos han pintado como algo malo, terrible, pues siempre nos han dicho (en especial las
religiones) que todo debe de basarse en el amor y, aunque tiene una gran parte cierta, a mis
pacientes les he dejado en claro que odiar no está mal, así como estar triste tampoco lo está y
sentir envidia mucho menos. Todo lo anterior debido a que tener emociones y sentimientos
es normal pero todo depende de lo qué haces con ellos.

“Me odio por lo que siento, me odio por odiar, soy una pésima persona”, me dijo una
paciente en terapia, a lo cual le respondí que no tiene ningún problema estar enojada, que
no tiene porqué sentirse mal con ella misma, puesto que tener emociones es parte de nuestra
naturaleza humana, no podemos hacer nada para evitarlas aunque, por suerte, no somos lo
que sentimos, somos lo que hacemos.

Nuestras emociones no nos definen como personas, pero sí lo hacen nuestras acciones.
Todo se trata de qué harás con el odio que tienes, pues quien da amor a quien odia, ya
tiene la vida (y el cielo) ganado.

Está bien odiar si sabes manejar tu odio, así como está bien amar, si es que sabes hacer lo
correcto con el amor. 

Las emociones son una explosión del alma, el impacto de esa explosión depende de ti y
te define por completo. Entonces, si eres cariñoso aunque tú corazón guarde celo, no estás siendo político, ni incongruente, ni hipócrita, no si lo haces luchando contra lo que tu corazón dicta porque eres un ser con más cariño que celo. De igual manera si eres una persona que sonríe
y vive al máximo la vida aunque guarde una pena en el alma eres una persona sonriente
y feliz. Y si eres un ser que anda en soledad pese a la compañía, entonces estás sólo por
decisión propia.

Nuestros actos nos definen al grado de que, si actuamos como si fuéramos invencibles,
lo seremos aunque por dentro no, nadie va a notar la diferencia.

Concluyendo, odiar no está mal, es una emoción natural del ser humano, si no fuera mala
no existiría y ya que existe, te toca decidir qué harás con ella.

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