Ahí viene Martín Corona...

Columna de Rodrigo Ordóñez: Ahí viene Martín Corona...

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Los lectores guardamos un recuerdo indeleble sobre el primer libro que obtuvimos, porque muchas veces será nuestra guía para descubrir otros autores, nuevas aventuras o, incluso, convertir el pasatiempo de la lectura en un oficio con el paso de los años. Tengo la certeza de lo anterior, porque siempre regresa a mí el libro “¡Ahí viene Martín Corona!”, de Agustín DeGyves, en el que plantea un universo policiaco entre la decadencia de los años cincuenta y el torbellino de los sesenta.

La novela de género negro aborda la vida de Martín Corona, hijo de la presidenta del club de admiradoras de Pedro Infante, que amaba al actor a tal grado, que creció a su hijo moldeándolo a imagen y semejanza del ídolo del cine mexicano de la época de oro.

Era tal su fanatismo, aunque las malas lenguas decían que tuvieron un amorío, que físicamente se parecía a él sólo por “obra y gracias” del destino. Sin embargo, era tal la animadversión de Martín Corona por su padre cinematográfico que comió hasta desdibujar su rostro, se convirtió en un detective privado sumergido en las drogas y el rock and roll.

Con una estructura narrativa en retrospectiva, seguimos a Martín Corona por los últimos 40 años de su vida, convirtiéndonos en espectadores del derrumbe del cine mexicano, la muerte del bolero, la proliferación de las drogas y hippies, la liberación sexual, la brecha generacional, la masacre de Tlatelolco, el terremoto del 85, todo ello enredándose en la biografía de amores y desencuentros de la encarnación anticipada de Pedro Infante, metido a detective y con un vengador oscuro matando a sus seres queridos.

Esta novela marcó mi predilección por el género negro, en todas sus variantes, ya que lejos de convertir al protagonista en un experto en pistas, métodos criminales o dotarlo de habilidades extraordinarias, es un personaje puesto en una encrucijada por un pecado del pasado, por lo cual viaja por sus recuerdos, su primer amor y los asuntos que dejó pendientes, caminará dando tumbos en la enorme Ciudad de México resolviendo sus asuntos para encontrar en cada destino el cadáver de uno de sus amigos.

Una narración alejada de otras grandes obras como la colección de Paco Ignacio Taibo II o Juan Hernández Luna, Agustín DeGyves pone el acento en la transformación de nuestra cultura urbana reflejándola en sus personajes, plasmando la preocupación de cada época de México en las dudas del rockero y detective perseguido por las balas de un antiguo lazo con su pasado.

Resulta grato volver a este primer libro que logró sorprenderme con un final inesperado, porque queda tan abierta la interpretación que estuve días descifrando qué pasó con los protagonistas, lo único cierto era que me atrapó al grado de comprar un segundo y un tercer libro, hasta convertir la lectura en una parte esencial de mi vida. Muchas gracias Antonio DeGyves por tan maravilloso punto de partida para este oficio que hasta el día de hoy conservo.

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