La homologación del lenguaje editorial
Columna de Rodrigo Ordóñez Sosa: La homologación del lenguaje editorial
En esta época posmoderna los individuos construyen su personalidad con una amplia selección de ideologías, religiones, hábitos alimenticios, inserción a grupos sociales diversos, y un largo etcétera.
Esa fase del individualismo, evidentemente, no supone un compromiso con las opciones de nuestra elección, al contrario, podemos renunciar a ellas y cambiar por completo nuestro discurso; lo anterior ocasionó una homologación del lenguaje, sin embargo, las fronteras lingüísticas, los localismos y las palabras que distinguen a una región, se perdieron como fuente de riqueza literaria.
Así, las novelas ya no reflejan el espíritu de una comunidad, sino pareciera que una obra literaria podría ocurrir en Buenos Aires, México o Colombia, sin que distingamos una ciudad de otra. Esa situación traería consigo una estandarización de las novelas producidas a finales del siglo XX y principios del XXI, situación que autores como Pablo Raphael en “La fábrica del lenguaje S.A.”, postulan que es ocasionada por el monopolio de las editoriales españolas en Latinoamérica, quienes han homologado el lenguaje como parte de un proyecto de estandarización de la lengua, con tintes comerciales, suponiendo que el lector carece de inteligencia para comprender la riqueza de la lengua.
Aunado a lo anterior, percibimos que el lenguaje tiene otro cambio radical en las categorías que emitía para ordenar el mundo. En primer lugar, van quedando atrás la selección de la realidad acorde a la división del trabajo, nuestro rol social y la dicotomía moral que ha caracterizado al español, para ceder un espacio importante a la incertidumbre y a la edificación de textos donde el autor brilla más que su obra.
Pablo Raphael nos dice muy claro hacia dónde está dirigida la política editorial de las nuevas empresas, sobre todo ahora que “…los libros que se imprimen hoy no tienen la menor importancia como factor de cambio social… en la literatura de mercado se privilegia la imagen del autor por encima de sus textos… Ya nadie lee Ana Karenina, nadie pretende escribirla… Lo de hoy es el pensamiento rápido…El nuevo espacio público es tu computadora y su ventana del mundo…”, entonces el estilo va erosionándose conforme a la homologación del lenguaje editorial.
El texto explora la bifurcación de los grupos literarios de la generación de los setentas, punto crucial entre la esperanza revolucionaria de los años sesentas y las brutales represiones por parte de dictadores, una generación que quedó profundamente marcada por el desencanto y sin ideales colectivos, ya que muchos cayeron entre las balas de los grupos paramilitares, los vuelos de la muerte o desaparecieron en las largas noches que siguieron a las dictaduras militares. Sin duda un libro importante, quitando que muchas veces las alabanzas son para el grupo de amigos cercano del autor, pero que arroja mucha luz sobre el comportamiento de las líneas narrativas, el lenguaje como rehén de las políticas editoriales, mientras que el proceso creativo está amarrado a un diagrama de ventas.