Política, Paco Stanley y las muertas de Juárez

Columna de Rodrigo Ordóñez Sosa: Política, Paco Stanley y las muertas de Juárez

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Las recientes producciones de las plataformas de contenidos visuales emitieron diferentes series sobre asesinos seriales, hechos históricos y momentos políticos centrados en la década de los 90, principalmente para tratar de explicar los movimientos sociales, resultados electorales y recomposición política de los últimos años con el creciente número de adeptos que ha conseguido la izquierda mexicana. Sin embargo, aunque no son explicaciones profundas ni minuciosas sobre nuestra realidad, sí nos llevan a reflexionar sobre dos hechos que marcaron esos diez años, además del levantamiento zapatista en 1994.

La década de 1990 a 1999 estuvo marcada por dos hechos, indudablemente relacionados con el ascenso del narcotráfico en la cúpula política y su involucramiento en la vida social de los municipios: las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y el asesinato del conductor televisivo Francisco “Paco” Stanley; ambos sucesos sacudieron al país a nivel nacional e internacional por el deficiente trabajo que realizó la Procuraduría General de la República, los ministerios públicos y cuerpos policiales comisionados a investigar estos hechos y ofrecer una respuesta a la demanda social de justicia y explicaciones sobre el deterioro de la paz, sea simulada o no, que reinaba en México.

El libro Cosecha de mujeres. Safari en el desierto mexicano, de Diana Washington Valdez, periodista en El Paso Times de Texas, dio seguimiento por seis años, desde la primera noticia de los asesinatos en 1993, sobre los casos de las muertas de Ciudad Juárez, donde explica por qué las autoridades mexicanas no arrestaron a los culpables reales, desestimando las hipótesis de asesinos seriales, tráfico de órganos, videos snuff, ritos satánicos o bandas callejeras, sino que abunda sobre la participación en los asesinatos de jóvenes pertenecientes a prominentes familias de Juárez que tienen nexos con el cártel de la droga y la protección policial brindada a estos.

Aunque cada vez es más reducida la circulación de este libro, hay un largo recorrido para consolidar la hipótesis que los “juniors” son los responsables directos de los feminicidios y la caza de mujeres por deportes.

Mientras que Prime Video emitió la miniserie “¿Quién lo mató?”, que aborda el caso de Paco Stanley desde la visión de seis testigos claves implicados en la muerte del presentador de televisión, que falleció a causa de los balazos recibidos por sicarios, quienes lo emboscaron al salir del restaurante El Charco de las Ranas, en el último capítulo el procurador emite varias hipótesis sobre el porqué de su asesinato: narcotráfico, celos de su Patiño o mensaje para otros grupos criminales y autoridades.

En ambos casos hubo un componente que fue crucial para que ninguno se esclarezca como es debido: la intervención de la política en el terreno de la procuración de justicia.

Con la creciente inconformidad social y la exigencia de respuestas y justicia, tanto autoridades federales y locales, más en las épocas de campaña, demandaron una solución rápida y la presentación de culpables, presionando a las procuradurías a buscar culpables, sin importar si eran fabricados o no, desapareciendo evidencia o perdiendo el tiempo, ocasionando que la verdad se enrede tanto, que ya no es posible determinar la culpabilidad de nadie y, quienes conocían el entramado detrás de esto, fueron asesinados o murieron dejando heridas abiertas en un país que cada día se transforma más en una gran fosa común, donde las familias de las víctimas no tienen paz ni justicia.

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