Recordando a Raúl Renán
Columna de Rodrigo Ordóñez Sosa: Recordando a Raúl Renán
Existen recuerdos que caminan sobre nuestro pecho dejando un sentimiento de nostalgia, más en esta época con las secuelas de la pandemia y la incertidumbre, donde recurrimos a nuestros libreros para leer el libro pendiente, retomar una lectura o conversar con los escritores, cuyas obras consumimos con avidez hace algún tiempo atrás.
En ese recorrido entre estantes me reencontré con un escritor que siempre ha estado presente en mi vida: Raúl Renán. Después de leer “Mi Nombre en Juego” de Raúl Renán, por tercera o cuarta vez, aún logró asombrarme con cada palabra, cada juego verbal y formal que retrae, expande o resignifica la estructura del poema, ya que con cada texto rompe la lógica tirana del espacio en blanco, que de antemano nos quiere obligar a seguir horizontalmente su vacío.
Rompe los límites lógicos para que cada palabra sea accesible a los lectores con vocación de fuego, aquellos que no tienen miedo a entrar de cabeza a la hoguera donde los poemas emergen en multitud de significados. Raúl Renán es un poeta exiliado que inició con un rechinar de dientes un universo poético que entiende mi orfandad, mis requiebros y que intuye las grietas por dónde fluirá mi cólera. Con César Vallejo aprendí el compromiso del poeta con el mundo, de su incansable batalla para saludar al sufrimiento armado y Raúl continúa esa tradición de lucha desde la palabra y por la palabra.
“Mi Nombre en Juego” abre con un soneto que puede leerse en tres formas diferentes, son poemas trabajados para expandir el significado de cada verso, donde la imaginación del lector será la guía y quedará a su elección cuál lectura elegirá.
Existen cuadros e imágenes poéticas sobre momentos históricos, sobre autores perdidos, pero el poema que me capturó por completo está dedicado al Salmón, un poema que corre de abajo hacia arriba, representando la lucha por sortear la corriente de la vida, un poema de una manufactura excelente y con una creatividad devastadora. También recuerdo a Raúl Renán en la esfera de lo humano, cuando revisó mi primer libro de poemas en medio de su itinerante agenda de trabajo.
Realizó varias revisiones enfocadas a depurar el estilo poético, sin quitar contenido, sin ofender al autor, como acostumbraban los talleres de la Casa de la Cultura donde después de una burla continua de los “eruditos” que acudían ahí, soltaban unas cuantas anotaciones irrelevantes. En este espacio quiero agradecer al destino literario por poner en mis manos los libros de un autor congruente entre su obra y vida, que enseñó siempre con el ejemplo, modesto, sin falsas pretensiones ni deslumbrado por su fama.
Maestro Raúl, gracias por permitir que sus libros sean el oasis donde uno abreva en estos desérticos momentos, ante esta adversidad que amenaza con borrar nuestra batalla contra la locura, la soledad y el caos, tiempos de pandemia donde la mente y el bolsillo parecen perder la esperanza.