La transición a un mundo sin emisiones, ¿qué se necesita?
Raúl Monforte: La transición a un mundo sin emisiones, ¿qué se necesita?
Bien, ya entramos de lleno al 2024, basta de perder más tiempo y entremos de lleno a discutir algunas de las materias más apremiantes e importantes no solamente para este nuevo año, sino para las próximas décadas de nuestra existencia. De hecho, el gran peligro es que de tanto hablar aminore el entusiasmo por las acciones y se estanque el progreso, pero desgraciadamente, necesitamos seguir hablando.
Ya está suficientemente discutida la importancia de reducir drástica y velozmente las emisiones de gases de efecto invernadero de todos los días hasta su neutralidad lo más pronto posible en la línea del tiempo. Esto es lo que ha dado a nivel global en llamarse alcanzar un estado de Net Zero, que no es otra cosa que las emisiones no rebasen la cantidad de carbono que se captura por diversos medios, de modo que la suma algebraica entre ambos sea cero.
Para lograrlo, es preciso conseguir casi simultáneamente, varios hitos en algunos sectores que resultan cruciales en esta tarea, como eliminar las emisiones en la generación de energía eléctrica en todo el planeta, las que corresponden al transporte, tanto de carga como de pasajeros, las del sector de la construcción, algunas veces llamado “el ambiente construido” o simple y llanamente “los edificios”, y las del sector industrial, sólo por citar las fuentes de contaminación que más peso específico tienen en el mix global anual.
Son tan variados los sectores, tan amplios los modelos de acción, y tan complejos los entornos, que alcanzar metas tan ambiciosas se vuelve una tarea titánica que agota sólo con ver en perspectiva lo que hay que hacer, desde antes de haber iniciado, por eso se necesita un arrojo a toda prueba, que sea el detonador de la actuación concreta y bien dirigida.
Muchas de las soluciones requieren avances tecnológicos y su implementación a escala masiva, otras requieren convencimiento, otras más un poco de dirección y sentido, pero todas, invariablemente requieren de algo en común: grandes cantidades de dinero. Por eso ahora ha cobrado auge el término “financiamiento para la transición”, ya que caminar hacia un mundo neutral en emisiones puede resultar muy costoso.
Este financiamiento para la transición es parte fundamental para alcanzar los acuerdos de la recientemente finalizada COP28, que por fin y para beneplácito de algunos, pudo incluir en su texto final compromisos, aunque no vinculantes, para transitar hacia la eliminación de los combustibles fósiles mediante un exhorto a contribuir con la transición global y una tibia definición del término se expresa como: inversiones, principalmente en industrias e infraestructura, que ayudan a impulsar los esfuerzos para alcanzar una economía neutra en carbono.
Esto difiere un poco del término “financiamiento verde” que normalmente aplica para las inversiones en energía limpia y renovable, baterías, vehículos electricos y otros. Hablar de financiamiento para la transición deja espacio para financiar también a las empresas contaminantes que cuenten con un plan para descarbonizarse, siempre y cuando estén encaminadas hacia la codiciada neutralidad y puedan comprobarlo sin lugar a dudas.