La vida sigue igual

Una mirada al mundo, columna de Felipe Mendoza: La vida sigue igual

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Estamos en una época del año en la que entre otras cosas son frecuentes las graduaciones académicas, el final de una larga etapa para muchos estudiantes que se integrarán al mundo laboral, por estos días he tenido la oportunidad de asistir a uno de estos actos y tuve la posibilidad de escuchar lo que los alumnos y maestros pensaban al respecto, coincidió que al mismo tiempo que habían alumnos terminando sus estudios, uno de sus maestros se estaba jubilando y fue muy enriquecedor escuchar la visión que cada quien tenía del momento.

Los jóvenes hicieron referencia a todos sus años de amistad durante su etapa como estu- diantes, el deseo de no perder contacto unos con otros y la ilusión de desarrollarse ampliamente en su vida laboral y personal, agradecieron con gran cariño la labor de sus maestros, pero dejaron un lugar especial en sus palabras para el maestro que se retiraba ya de la vida laboral, fue muy emotivo oírles decir cómo agradecían no solo las enseñanzas, sino el que él siempre se hubiera interesado por su yo personal, sus sentimientos, esperanzas, frustraciones y alegrías.

Sé que este tipo de relación debería ser la imperante entre un maestro y sus alumnos, des- graciadamente no siempre lo es así, entre las palabras de agradecimiento de su maestro hay algunas que considero puntuales en la vida de los seres humanos, en primer lugar la importancia del trabajo como formadora del ser humano, asegurándoles que el esfuerzo, la perseverancia y el dedicar toda su voluntad a realizar un buen trabajo los haría mejores seres humanos, pero también les advirtió que si bien el trabajo fue hecho para el ser humano, el ser humano no fue hecho solo para el trabajo, hay vida además del trabajo.

Con claridad les hizo saber que cuando fueran ancianos nadie de alguno de sus trabajos iba a venir a preguntarles si habían comido, si habían tomado sus medicinas o si estaban felices o tristes y mucho menos iban a venir a acompañarlos, eso lo haría su familia, siempre y cuando ellos hubieran construido una red de buenas relaciones con ellos, asegurándoles que el trabajo es importante, pero la familia es fundamental.

Les habló del perdón y les dijo “Perdonar es un acto de legítima defensa”, si tú no perdonas, vivirás en el rencor y ahogado por el resentimiento, perdonar permite al ofensor encontrar paz en su alma y al ofendido dar vuelta a la página y dedicar su vida a ser feliz y no vivir rumiando dolores y traiciones del pasado.

Finalmente les recordó una vieja canción de Julio Iglesias que decía:“Al final las obras quedan la gente se va, otros que vienen las continuarán, la vida sigue igual”, para asegurarles que él se retiraba del trabajo pero no de la vida y que sabía que este mundo estaría bien porque lo dejaba en sus manos y el confiaba plenamente en ellos.

Este mundo necesita más maestros así.

 

 

 

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