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Cuando la vida apenas empezaba en la tierra del Mayab, Chom o zopilote, era un ave de gran belleza. Sus plumas eran suaves, lustrosas y de vivos colores. Para distinguirlo de otras aves, los dioses le pusieron sobre la cabeza un penacho de plumas azules y amarillas. Así lo publicó el profesor Santiago Pacheco Cruz, gran investigador de la cultura maya.

En aquel entonces Chom era muy difícil de complacer, solo comía los más exquisitos manjares. Pero este personaje tenía un grave defecto. Era un glotón; por mucho que comiera jamás saciaba su voraz apetito y ésta habría de ser la causa de su terrible desgracia.

En los tiempos prehispánicos los mayas no olvidaban a sus dioses y por eso en la ciudad de Uxmal, durante una semana se realizaban solemnes rituales y reuniones dedicados a las deidades.

Para esta ocasión el poderoso soberano invitó a las personas más importantes del reino: jefes, guerreros y sacerdotes.

Ordenó preparar un espléndido banquete en la terraza de su palacio. En el primer día de las actividades y poco antes de llegar los convidados, los criados pusieron sobre un altar, costillas con frescas y jugosas frutas; elotes cocidos bajo la tierra y grandes platones conteniendo carnes condimentadas.

Según la antigua costumbre, las comidas debían permanecer una hora sobre el altar antes de que a los convidados les fuera permitido tocarlos. Así, después de que todo fue dispuesto en perfecto orden, los criados abandonaron la terraza.

Atraído por el aroma delicioso que los manjares despedían, Chom, el zopilote, empezó a revolotear sobre el altar y miraba las tentadoras viandas. Ya había comido pero las comidas expuestas despertaron su insaciable apetito.

Dio unas cuantas vueltas sobre aquella terraza y finalmente bajó seguido de su numerosa familia. Aterrizó cerca de un platón que contenía carnes de venado doradas por haber estado cocinándose toda la noche. En la otra sala el rey y sus huéspedes esperaban con impaciencia la hora del banquete.

Cuando se dio la señal para ir a comer, con el debido orden y según su rango, los invitados siguieron al rey que se dirigió hacia donde estaban las viandas. Pero cuando éste se asomó a la terraza se detuvo estupefacto.

Al ruido de las pisadas, los zopilotes abandonaron violentamente el lugar. La escena que vio el rey era desoladora, los platones que una hora antes contenían las sabrosas viandas, ahora solo tenían huesos y restos de alimentos.

Todo el altar era un terrible desorden. El monarca, enrojecido de ira y con voz de trueno llamó
a sus arqueros, pero éstos llegaron tarde. Los glotones volaban ya a gran altura y fuera del alcance de las envenenadas flechas. El encolerizado soberano llamó a los adivinos y les dijo que debían encontrar el castigo más severo para este crimen.

Bello plumaje 

Tres días estuvieron aquellos sabios encerrados en el templo mayor de Uxmal deliberando; en el cuarto día llegaron a un acuerdo sobre el castigo que le darían al zopilote y sus congéneres.

Los días transcurrieron con el cielo poblado por negros y espesos nubarrones y el sol apenas se podía ver. Yuum Chaak, dios del agua, demostraba con esto su cólera por el crimen cometido por Chom.

En una de esas mañanas, el rey dio la orden para que nuevamente los sirvientes colocaran en la terraza grandes platones con carnes sabrosamente preparadas. Simultáneamente y de manera estratégica, el rey y los sacerdotes se ocultaron tras las gruesas paredes del templo en espera de los malhechores. Chom y su numerosa familia sintieron los aromas de los exquisitos guisados y no se hicieron esperar.

Con la mayor rapidez posible los zopilotes cayeron sobre las tentadoras viandas y empezaron a satisfacer su grosero apetito.

El soberano y los sacerdotes, quienes ya estaban preparados, salieron de su escondite llevando cada uno de ellos, una vasija que contenía un líquido negro y antes de que las abusivas aves pudieran huir, el monarca y sus acompañantes derramaron sobre las aves aquella mezcla especial que, con antelación, habían preparado los adivinos y a la vez, pronunciaban las palabras mágicas tomadas del libro sagrado del Mayab. Donde quiera que el líquido les caía, sus bellos plumajes se tornaban en las toscas y negras plumas que ahora tienen.

Para deshacerse de las pequeñas gotas del líquido fatal, Chom, cabecilla del acto sacrílego, emprendió rápidamente el vuelo al grado que pronto atravesó las nubes. El sorpresivo recibimiento asustó mucho a las aves y en su desesperación volaron tan alto que se acercaron mucho al sol. Entonces su bello penacho de plumas de colores oro y azul, se quemó completamente.

Chom pasó mucho tiempo lamentándose de sus quemaduras; quedó triste y apesadumbrado por la pérdida de sus preciosas plumas. Pero cuando sus heridas se cerraron se dio cuenta exacta de la magnitud del castigo: le quedaron las horribles cicatrices que hasta ahora son visibles en su cabeza y garganta. Además el zopilote fue condenado a alimentarse de cadáveres y otras cosas putrefactas, ya no de selectos manjares; en consecuencia, hoy está considerado como el ave más sucia del mundo.

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