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Antes de la pandemia, en la Ciudad de México, nació la idea de retomar las crónicas urbanas como un género periodístico que podría profundizar en los usos, costumbres y lugares poco concurridos por turistas y visitantes, pero que formaban parte de la historia de los habitantes de la urbe, así vimos desfilar en periódicos y libros los recuentos sobre los criadores de perros pitbull que enfrentaban ejemplares en peleas clandestinas, las festividades religiosas, la mataviejitas, el mega plantón que en 2010 paralizó a la capital, entre otros temas. La línea que siguieron estos cronistas está definida como periodismo gonzo, una forma de narrar que prescinde de la objetividad al explorar el azar lo cotidiano, se adentran a darle sustancia a esas historias que oímos en el transporte público: el último crimen, sitios para emborracharte con desenfreno o cantinas donde se reúnen los analistas políticos sin nombre ni oficio a desmenuzar lo que ocurre detrás de los tronos del poder político.

De este proyecto se desprende la editorial El Salario del Miedo, que se dedicó a difundir las crónicas que realizaron los periodistas, que hablan sobre los temas que quedan fuera del relato académico, la nota cotidiana o de las revistas políticas, crónicas que hablan de aquellos que en medio de una situación desafortunada, nutren las filas de protagonistas de historias urbanas que nunca tienen un final feliz, y bajo estas crónicas sobre las partes más oscuras y salvajes de la realidad urbana, existe una crítica a un sistema social, económico y político que hace tiempo dejó de tener justicia para todos, sino más bien para quienes tienen el bolsillo cargado de dinero.

Bajo ese sello editorial, en 2016 se publicó Sexo en las cárceles de la Ciudad de México, de Gabriela Gutiérrez M., que reúne las experiencias cotidianas sobre los inquilinos de esta prisión, que pone en perspectiva nuestra propia historia para entender al otro. Así, habla sobre los reclusos que llevan mucho tiempo suspendidos en el tiempo, en ese espacio donde la realidad es diametralmente opuesta a las calles y las esperanzas de redención o absolución dependen de un sistema judicial que se ceba del infortunio y el bolsillo de los más pobres.

La autora aborda uno de los grandes temas que, parecía, carecen de todo interés para el mundo literario serio: el sexo. Ella visita muchas de estas cárceles para presentarnos las claves sobre las cuales está basada la vida ahí, las reglas más comunes: todo tiene un precio, la ley del más fuerte y la desaparición de los derechos humanos. Con una mirada humana, nos presenta cómo muchas mujeres son obligadas a prostituirse para mantener un negocio millonario como es el sexo, donde los presos son esquilmados hasta el último peso por cinco minutos de placer o cómo las hermanas o esposas son moneda de cambio para pagar deudas contraídas. Este es un libro que no dejará a nadie endeble y los hará añorar no caer dentro de un sistema judicial hecho para perpetuar la miseria de quienes menos tienen.

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