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El trágico fallecimiento de 14 elementos de las Fuerzas Especiales (FES) de la Armada de México, debido al desplome de un helicóptero Black Hawck ocurrido el viernes de la semana pasada en Los Mochis, Sinaloa, luego de haber participado en un operativo para capturar al hombre más buscado por Estados Unidos, Rafael Caro Quintero, evidenció lo que pocos civiles conocen: la unión, la solidaridad, el espíritu de cuerpo y la fraternidad que caracteriza a las fuerzas armadas, y en el caso concreto, a la familia naval, particularmente en circunstancias traumáticas.

Paradójicamente –como se ha analizado en distintas coyunturas y épocas–, como en la mayoría de pueblos y culturas, nuestros desencuentros y diferencias nos separan, pero las tragedias nos unen. Ante hechos fatales que nos cimbran como sociedad, somos más conscientes del dolor, aquilatamos más la paz y aflora la empatía hacia quienes atraviesan por momentos aciagos. El accidente del helicóptero de la Marina nos recordó que los soldados y marinos arriesgan su vida no sólo en operaciones de alto impacto como en la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, sino también en las acciones de auxilio a la población civil, en el rescate de personas y la protección de sus bienes o en sus tareas cotidianas como garantes de la soberanía nacional en nuestros mares y costas.

En tragedias como la que comentamos aflora la sensibilidad y se reconoce la solidaridad y la valentía de los integrantes de las fuerzas armadas y su compromiso con el pueblo del que son parte, lo que es un timbre de orgullo que fortalece a estas instituciones que tienen la confianza bien ganada de la ciudadanía. No faltaron políticos que intentaron capitalizar estos momentos difíciles, por ejemplo, cuestionando la colaboración de la Armada con la DEA para concretar la operación o exigiendo investigar las circunstancias del fatal percance; voces silenciadas por el parte oportuno de la Semar.

Lo que es un hecho es que la pérdida de 14 marinos –3 capitanes, 2 oficiales y 9 clases (de estos uno sobrevivió– impactó en la línea de flotación de la institución naval, que no tuvo tiempo de ponderar (no celebrar) la importancia del operativo en el que había participado ese grupo integrante de las FES (por su lema Fuerza, Espíritu, Sabiduría) de la Marina. Este hecho hizo recordar que los militares no sólo mueren en el fuego cruzado, también en accidentes automovilísticos o aéreos y en naufragios; ante estas circunstancias se revelasu gran capacidad de resiliencia.

Justo y merecido el homenaje que días después se rindió a las víctimas, en el Cuartel General de la Secretaría de Marina. Fue un acto íntimo, sólo con la presencia de sus familiares arropados por la gran familia naval, encabezado por el Almirante Secretario. Ahí se dijo lo que ya sabemos: “la Armada los recordará siempre” porque “un marino naval nunca muere, el amor de sus seres queridos lo mantiene vivo”. Envueltos en el lábaro patrio fueron despedidos con honores. Y no, no hizo falta nadie, ni el Comandante Supremo.

Anexo “1”

Filtraciones peligrosas       

Hace algunos años, un magistrado del Poder Judicial del Estado de Yucatán acudió a la Redacción del periódico a darnos una charla sobre la importancia de mantener en reserva la identidad de las víctimas de delitos y sus autores, para no vulnerar sus derechos, esto derivó en que ahora, en primera instancia, se identifique a víctimas y victimarios como “Juan N” o María “N”, aunque sean personajes muy conocidos. Es un derecho tutelado por la ley, que no siempre se cumple.

Aquel magistrado acaparó nuestra atención narrando, con detalle, el caso de una menor que sufrió de abuso en el seno de su familia y cómo, tras la intervención de varias instancias, se logró rescatarla, encontrarle un nuevo hogar y llevar a la justicia a sus victimarios. Al final preguntó si era de interés el caso y respondimos que sí. Luego acotó: “nadie preguntó el nombre de la niña ni de los implicados. ¿Ven como sí se puede informar sin revelar identidades?”.

Lo comentamos porque, como suele ocurrir, luego del accidente al helicóptero de la Marina comenzaron a filtrarse en redes sociales los grados y nombres de los fallecidos, sin reparar en que su identidad debe resguardarse por seguridad de las familias de los mismos y por el impacto que causa una pérdida en esas circunstancias. Además, ¿a quién puede interesarle si no es a sus familiares?

Más aun, muchas veces olvidamos que estas indiscreciones pueden derivar en actos que atenten contra quienes participan en esos operativos, como ya ha ocurrido.

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